lunes, 13 de abril de 2009

#81

Cambiar las costumbres es bastante difícil, sobre todo cuando han estado ahí el tiempo suficiente para realmente volverse costumbres, es decir cuando se han vuelto cosas involuntarias que forman parte del día a día. Para mí una de las cosas más difíciles es cambiar la hora de dormir. He pasado tantos años acostándome en las primeras horas de la madrugada, que ir a dormir antes de medianoche parece una tarea casi imposible. Ahora llega el momento en que debo hacerlo por una cuestión práctica, pues dentro de un par de días empezaré a trabajar en las mañanas. Eso no sólo significa que tengo que organizarme realmente bien, sino que debo comprimir mi tiempo de ocio productivo (blog, leer, dibujar, guitarra) en un periodo de aproximadamente tres a cuatro horas que incluyen alrededor de una hora para comer, y el resto del día queda dedicado a ir al trabajo, trabajar, y volver a casa. Claro que el tiempo que paso yendo y viniendo del trabajo lo puedo dedicar a leer, lo cual me relaja y me deja más tiempo libre al llegar a casa, y mejor aún si puedo escribir en el trabajo mis doscientas cincuenta palabras diarias y después sólo transcribirlas y postearlas al llegar a casa. Es cuestión de volver a la rutina de antes, sólo que ahora mis horas libres estarían al final del día y no antes de empezar el día, lo cual resulta totalmente lógico y razonable. El ser humano es, al fin y al cabo, un animal de costumbres, y supongo que después de un par de semanas mi cuerpo se habrá habituado por completo al cambio de rutina.

1 comentario:

entrerevesdeliberte dijo...

Que te sea leve currando :)