viernes, 31 de julio de 2009

#135 - Sombras de un Cielo Absurdo: 14.

Alice se quitó el pequeño delantal amarillo y lo dejó en la canastilla junto con la blusa y minifalda azul marino de su uniforme. Más tarde, cuando la canastilla estuviera llena de uniformes y delantales sucios, la ginoide de limpieza se encargaría de llevarla a la lavandería, donde una enorme lavadora industrial se encargaría de clasificarla, lavarla, secarla, plancharla y devolverla en la misma canastilla, ahora ya desinfectada. Cada uniforme regresaba junto con el delantal en una bolsa sellada que luego era colocada sobre el casillero de cada una de las meseras, de modo que tuvieran un uniforme limpio al iniciar su turno. Era algo tan rutinario que ninguna de ellas le prestaba la menor atención. Alice se puso una camiseta naranja y se miró al espejo. Se había soltado el cabello, y sus rizos se balancearon alegremente alrededor de su rostro mientras ella se terminaba de acomodar el pantalón. Era la misma camiseta que había tenido puesta el día que llegó a Marte hacía ya tres años. Había entrado a la escuela de arte en Io poco después de terminar la secundaria, y las clases de historia habían despertado su curiosidad por la Tierra. Sus ahorros, sin embargo, no habían sido suficientes para conseguir pasaje hasta el lejano planeta capital, así que decidió establecerse en Marte para poder juntar algo de dinero y poder visitar la Tierra. Pero algo en la vida marciana había logrado anclarla al planeta rojo. Tenía la sensación de que debía quedarse en Marte a la espera de algo, aunque no estaba segura qué.


jueves, 30 de julio de 2009

#134

El tiempo pasa sin que haya forma de evitarlo. Algunas veces, sin embargo, el tiempo se detiene por un instante y lo vuelve eterno. Otras veces, recuerdos de diversos momentos se mezclan en una nebulosa en la que el pasado y el presente se vuelven uno, una espiral que me atrapa sin que pueda hacer nada.

La llovizna de una noche de invierno es de pronto un mediodía viendo el cielo azul bajo la sombra de un cerezo, me parece que era otoño entonces. El olor del pan recién salido del horno, las luces de los autos, una discusión a medias en una esquina. Fantasmas que empiezan a agitarse atraídos por la distorsión del tiempo en una noche de invierno que de pronto se convierte en aquel momento que debería ser lejano pero no lo es. Me detengo y aprieto las manos en los bolsillos, tratando de salir de este caos y volver a la relativa normalidad del presente. La calle es ahora cuatro años más joven y la observo desde la ventanilla de un bus, el sabor de un cigarrillo en mis labios después de una tarde en el cine viendo una película que no puedo recordar. Doy un paso y todo se desvanece. Al viento trae frías gotas de lluvia que me ayudan a volver. El aire huele a pan recién salido del horno. Las luces de los autos en la avenida tratan de alejar las sombras de una noche de invierno en Lima. Algunas veces el tiempo es sólo en una gran tontería.

domingo, 26 de julio de 2009

#133

Camino bajo la oscura sombra de los árboles en una noche de invierno con una ligera llovizna. Me gusta el silencio de esta calle. Me ayuda a despejarme antes de emprender el viaje de regreso a casa. Llego a la avenida, y es como volver de pronto a la realidad. El ruido. Las luces. La gente. Una silueta en la distancia. Una sombra que resulta familiar, aunque ha estado lejos de mi mundo por un buen tiempo. Aún no me ha visto. Podría cruzar la avenida, pero eso atraería su atención. Podría pasar de largo, fingir que no he notado su presencia. Ya es muy tarde. Sabe que estoy ahí, y sabe que la he visto. Me saluda mientras pasa a mi lado, y eso de alguna forma resulta reconfortante por un momento. Sigue su camino y yo sigo el mío. No puedo evitar la sensación de que esta sombra anuncia la presencia de un fantasma del que creí haberme deshecho hace un par de años. Al parecer algunos fantasmas simplemente se resisten a desaparecer. O será quizás que mis fantasmas nunca desaparecen del todo sino que pasan a un segundo plano mientras esperan una oportunidad para volver a aparecer. Después de todo, parte de su esencia está ligada a algunos de esos buenos momentos. Siento la llovizna en mi rostro. Observo a mi alrededor y enciendo un cigarrillo. El humo llena mis pulmones, se arremolina a mi alrededor y luego se desvanece agitado por una fría ráfaga de viento que me resulta reconfortante. Un pequeño hechizo para seguir cuerdo.

sábado, 18 de julio de 2009

#132

Han pasado varios días desde que posteé algo aquí, y es que han estado pasando varias cosas. He estado trabajando un poco más en el mundo real, y posiblemente la próxima semana trabaje aún más. Todo en nombre de un nuevo pedido de libros el próximo mes y poder pagar la tarjeta de crédito para tratar de costear la futura laptop. Los últimos tres días tuve que hacerme cargo de la casa nuevamente, porque papá volvió al hospital para la cirugía que debió ser la semana pasada pero tuvo que ser postergada debido a la inseguridad producida por el paro que finalmente no llegó a mayores. A esto tengo que sumarle que ahora el viaje de regreso a casa demora más de lo que debería, porque han inaugurado un nuevo centro comercial, lo cual es bueno para la economía pero pésimo para el tráfico, sobre todo de noche. En fin. Al menos el tiempo extra en la oficina y el bus me ha servido para pensar un poco en el rumbo de la historia de Andrei y Alice, siquiera para saber hacia dónde va la cosa.

Ahora que papá ya está de regreso, supongo que las cosas volverán a una relativa normalidad. Espero también poder encontrar un nuevo ritmo que me permita seguir escribiendo Sombras de un Cielo Absurdo, practicar con la guitarra (es decir, volver a las prácticas como algo regular), y poder revisar mi correo sin tener que sacrificar horas de sueño ni estar saliendo de casa con el tiempo justo y sin desayuno.

martes, 14 de julio de 2009

#131 - Sombras de un Cielo Absurdo: 13.

Los robots humanoides habían existido desde mucho antes de que la humanidad empezara a colonizar la Luna, casi siempre en fábricas, hospitales y puertos, y siempre con diseños que los diferenciaban claramente de los humanos. Casi al mismo tiempo, la humanidad había empezado a experimentar con implantes para aumentar sus propias capacidades, y no tardaron en ganar popularidad, sobre todo los de comunicaciones y los de memoria. Para la época en que la humanidad empezaba a colonizar Marte, casi todo la población humana tenía alguna clase de implante en el cuerpo. Esto ayudó a que la humanidad finalmente lograra superar el valle inquietante y los robots humanoides fueran cada vez más parecidos a los humanos, hasta ser finalmente considerados androides cuando los fabricantes empezaron a recubrirlos con material sintético que les daba una textura similar a la piel humana. Las primeras ginoides fueron comercializadas como costosos juguetes sexuales. Cuando la humanidad empezaba a colonizar la superficie marciana, las ginoides empezaban a ser empleadas en las mismas posiciones que los androides, sobre todo en los hospitales, en donde la totalidad de androides fueron reemplazados por sus pares de aspecto femenino, porque al parecer la humanidad aún se sentía más cómoda siendo atendida por enfermeras, fuesen humanas o robots. Las ginoides de servicio doméstico generalmente usaban uniformes de mucama, lo cual, en la opinión de Andrei, era como tener muñecas de porcelana limpiando la casa. A muchos les agradaba la idea, pero Andrei prefería mantener cierta distancia con las ginoides siempre que fuera posible.


lunes, 13 de julio de 2009

#130 - Sombras de un Cielo Absurdo: 12.

Algunas veces le parecía que no era sólo la tecnología del puente la que era anticuada, sino que casi toda la tecnología empleada por el gobierno marciano estaba desfasada. Su hermana le había dicho que era parte del encanto de Marte, que le daba un cierto aire tradicional. Claro que ella no tenía que hacer la misma rutina de mantenimiento cada semana en todas y cada una de las terminales de la oficina central. Sin embargo, algunas cosas eran bastante nuevas, como las esferas que se encargaban de la limpieza en su departamento, y las ginoides que de pronto parecieron invadir su tranquila caminata por el parque en busca de un buen lugar al cual llevar a Alice una hora más tarde. Era como si de pronto alguien hubiese reemplazado a todas las mujeres a su alrededor y hubiese puesto en su lugar estas perfectas muñecas de porcelana de tamaño humano. Un grupo de ellas jugaban a la pelota con un grupo de niños. Otras parecían conversar mientras empujaban los cochecitos por el parque. La conversación de las ginoides era una de las pocas cosas que lograba captar la atención de Andrei en lo que se refería a estos robots humanoides de aspecto femenino. Para cualquiera que las escuchase casualmente, eran conversaciones triviales sobre el clima, recetas de cocina o la forma correcta de presentarse ante un invitado. De esta forma las ginoides intercambiaban información acerca de su funcionamiento, reportaban problemas, coordinaban labores grupales y algunas veces también intercambiaban recetas aprendidas con sus propietarios.


domingo, 12 de julio de 2009

#129 - Sombras de un Cielo Absurdo: 11.

La mayor parte de la población humana del sistema solar no se preocupaba demasiado por la forma en que funcionaba el agujero de gusano entre Marte y Júpiter. Muy pocos se preocupaban por la tecnología que permitía que cientos de naves lo cruzaran diariamente sin riesgo alguno. Los pocos que se preocupaban eran los científicos que habían descubierto la forma de estabilizarlo, las corporaciones de diversos rubros que le sacaban provecho cada día, y los técnicos que debían mantenerlo operativo. Una verdadera legión de robots se encargaba de la mayor parte del mantenimiento del puente (como era conocido popularmente) y una legión de humanos se encargaba de una buena parte del mantenimiento de los robots, pues muchos eran modelos que ya habían sido descontinuados. La tecnología utilizada para el funcionamiento mismo del puente tenía alrededor de cien años y resultaba más bien anticuada, pero reemplazarla significaba interrumpir las operaciones comerciales que requerían el uso continuo del puente, lo cual a su vez significaba pérdidas para las corporaciones que pagaban los impuestos que cubrían el mantenimiento del puente, y las autoridades no podían permitir eso. Afortunadamente, esto daba trabajo a miles de técnicos humanos que de otra forma podrían tener dificultades para conseguir empleo, y una política de reducción del desempleo siempre era bien vista por la población. Era justamente ese trabajo de mantenimiento el que había traído a Andrei a la superficie marciana hacía ya casi seis meses. Después de todo, alguien debía hacerse cargo del mantenimiento de las viejas computadoras de la administración de tránsito.


sábado, 11 de julio de 2009

#128 - Sombras de un Cielo Absurdo: 10.

Poco más de doscientos años atrás, cuando los humanos apenas empezaban a colonizar la Luna, Marte era poco más que un interminable desierto rojo con vestigios de agua bajo la superficie. Los humanos habían empezado a colonizar las profundidades del mar de la Tierra, no sólo para explotar los recursos de las profundidades, sino para probar materiales, métodos y estrategias que pudieran funcionar en el espacio. Entonces alguien descubrió la forma de crear una atmósfera artificial en la Luna, y la humanidad no tardó mucho en aplicar en los cráteres las técnicas de terraformación que habían sido usadas en los desiertos de la Tierra. Esto permitió que las ciudades lunares abrieran sus domos, y se expandieran hasta cubrir toda la superficie lunar. Las primeras colonias orbitales en Marte empezaban a evaluar la posibilidad de terraformar el desierto rojo para establecer colonias permanentes en la superficie que luego servirían como punto de partida a las misiones que finalmente permitirían explorar el cinturón de asteroides. Poco después una sonda descubrió accidentalmente un agujero de gusano en órbita estacionaria alrededor de Marte. La sonda apareció en la órbita de Júpiter pocos segundos después. Los depósitos de mineral en Io y Europa, y la posibilidad de evitar el cinturón de asteroides, atrajeron a las grandes corporaciones mineras, y las fuertes inversiones ayudaron a encontrar la forma de convertir el agujero de gusano en un método estable y seguro para transportar minerales, equipo y trabajadores. Así, en poco más de doscientos años, la humanidad se expandió por casi todos los lugares medianamente habitables del sistema solar.


domingo, 5 de julio de 2009

#127

Después de varios posteos dedicados a la historia corta que podría terminar por volverse una historia larga, es hora de hablar de otras cosas.

La semana pasada hubo un paro de transportistas que me obligó a perder un día entero de trabajo porque no tenía forma de llegar a la oficina. Esta semana, los mismos sujetos anuncian un nuevo paro, esta vez más largo (y posiblemente más violento), lo cual me obliga a tomar medidas desesperadas. Voy a pasar toda la semana en Lima, lejos de Alexiel y Bethany. Lo bueno de eso es que voy a poder dormir un par de horas más cada día porque no tendré que preocuparme del viaje hasta la oficina. El problema es que esto sucede en un momento en que mis reservas de dinero ya están bastante estiradas y no necesitaba gastos adicionales. Esto significa que este mes tampoco podré ahorrar más que un par de centavos, si es que llego a ahorrar algo. Por otro lado, esto también significa que casi no voy a tener contacto con la web durante la semana porque dependeré de las computadoras de la oficina y de alguna cabina de internet que encuentre por ahí. Eso podría ser algo bueno, porque entre las cosas que llevaré conmigo estará un cuaderno y varios lápices para ver si puedo retomar la costumbre de hacer un dibujo cada día. Eso quedó de lado hace ya varios meses, más que nada por una severa sequía creativa, pero trataré de retomarlo aunque sea para tener algo en qué entretenerme.

viernes, 3 de julio de 2009

#126 - Sombras de un Cielo Absurdo: 09.

Alice se alejó con una sonrisa en el rostro y el cabello rizado nuevamente sujeto en un moño. Andrei sacó del bolsillo una tarjeta de plástico verde y presionó un extremo con su pulgar. Una serie de números holográficos flotaron sobre la superficie de plástico verde. Sonrió. El mismo trabajo, la misma paga, menor costo de vida. Presionó el otro extremo y el holograma desapareció. Salió del café en silencio, no sin antes saludar con la mano a Alice que ahora estaba recogiendo una fuente con varios platos. Ella le respondió con una sonrisa, y por primera vez en mucho tiempo se sintió afortunado. Hacía semanas que no salía a pasear los domingos. Su vida se había convertido en una rutina constante e invariable de trabajar de lunes a viernes, dormir la mayor parte del sábado y pasar el resto del fin de semana encerrado en su departamento, salvo por el desayuno de café y tortilla de queso y champignones de cada domingo, pero incluso eso era rutinario. Salir el domingo por la mañana a desayunar luego se convertía en una visita a las tiendas de robots y equipo electrónico, porque nunca se sabía qué cosas realmente útiles se podían encontrar. También cumplía el propósito práctico de darle espacio a los robots esféricos de limpieza para que pudieran hacer su trabajo. Si bien se entretenía bastante viendo las exhibiciones de androides y ginoides, todo no dejaba de ser parte de la rutina. Pero este domingo ya estaba siendo distinto, y eso se sentía bien.


jueves, 2 de julio de 2009

#125 - Sombras de un Cielo Absurdo: 08.

-Es algo que no entiendo. -La voz de Alice ya no sonaba seria sino más bien divertida. -Cuando te fijaste en mi broche pensé que... no sé, que sería lindo hablar contigo.
Andrei se sonrojó un poco e intentó torpemente actuar con naturalidad. Su mano tropezó con la taza de café, casi derribándola. Sintió que si decía algo empezaría a tartamudear y terminaría por convertir la conversación en algo vergonzoso. El silencio empezó a volverse incómodo pocos segundos después, apenas interrumpido por el casi imperceptible zumbido de un viejo robot de limpieza en forma de disco. Alice se puso de pie de pronto, alisó su delantal amarillo con las manos y empezó a dar la vuelta para volver a trabajar. Andrei sintió que había hecho algo mal, que había dicho algo que no debía, aunque estaba seguro de no haber dicho nada por al menos un par de minutos. Debía hacer algo más, decir algo más.
-Alice... -Ella se detuvo y volteó a verlo, los rizos castaños enmarcando su rostro. Algo dentro de sí le dijo que no se detuviera, que aún podía decir algo más y que eso podría evitar que todo terminase allí. -Fue lindo hablar contigo.
-Sí... -Le pareció que Alice estaba pensando bien en qué decir a continuación. Tal vez no fuese él el único que no supiese qué hacer en este momento. Quizás ella estuviese tan asustada como él. Alice se acomodó el cabello mientras hablaba. -Bueno... mi turno termina en dos horas y... no sé sí podrías...
-Estaré aquí en dos horas.


miércoles, 1 de julio de 2009

#124 - Sombras de un Cielo Absurdo: 07.

Ella estaba sentada con las manos sobre su regazo, bajo el nivel de la mesa, y Andrei empezaba a imaginarla entrelazando los dedos, a medio camino entre nerviosa e incómoda por el silencio. Quería preguntarle acerca de Júpiter, de su vida, pero al mismo tiempo no quería hacer muchas preguntas. Bebió un sorbo de café sin saber muy bien qué decir ni qué hacer. Las palabras salieron sin que se diera cuenta.
-Así que eres de Júpiter.
Alice asintió con la cabeza y sus rizos parecieron dar un salto.
-De Io, pero hace años que no voy. -Alice dejó de sonreír, y Andrei pensó ver un cierto aire melancólico en aquellos hermosos ojos. Tal vez haya dejado a su familia por allá, o quizás un novio, pensó. Empezó a sentirse algo incómodo con la situación. Nunca había sido de los que entablan largas conversaciones con personas desconocidas, a menos que hubiera un punto de interés común. Aún no había descubierto nada en común con Alice, salvo el hecho de que ninguno había nacido en Marte y que ambos estaba sentados a la misma mesa.
-Alice, la verdad es que no sé qué hago aquí contigo. Es decir, no sé...
-No sabes por qué te estoy hablando. -La voz de Alice sonó un poco más seria que antes. Pensó que había dicho algo que no debía, que ella se levantaría y todo terminaría allí y nunca volvería a hablarle. La amplia sonrisa que iluminó el rostro de Alice le dijo que se estaba preocupando demasiado.