jueves, 16 de septiembre de 2010

02.012

Hace alrededor de un mes y medio compré un pequeño cactus. Hacía ya un buen tiempo que venía pensando en comprar un cactus para poner en alguna parte de la sala/estudio (eso o un bonsai, pero son caros y requieren mucha dedicación), pero siempre terminaba quedándose para después, para comprarlo el fin de semana o el próximo mes o en algún momento antes del fin de los días. Hasta que una tarde, volviendo a casa después de salir a caminar un poco, vi una simpática penca enana sembrada en un vaso descartable roto. Al verla de cerca, noté que era un sistema binario: dos tallos principales, cada uno con un tallo secundario. Dos pencas enanas creciendo juntas, y las vendían como si fueran una sola. Faltaba la parte superior de ambos tallos principales, quizás cortados para sembrarlos en otra maceta, y la verdad es que el aspecto de la pequeña penca binaria me dio pena. Lo compré sin pensarlo mucho más y lo llevé al estudio. Al día siguiente le compré una maceta de plástico (que resultó ser más cara que el cactus), porque resulta más práctica que una de barro, y desde entonces el pequeño cactus binario ha estado viviendo cerca a mi escritorio, con visitas diarias al balcón para que pueda disfrutar un poco de aire fresco y luz solar. Nunca había tenido una planta, y me preocupaba que el cactus no sobreviviera, pero creo que el hecho de que esté creciendo un nuevo tallo secundario es una buena señal.

martes, 31 de agosto de 2010

02.011

Si tienes que golpear la puerta porque no hay timbre, primero fíjate si es la puerta correcta, y, cuando estés seguro, da tres o cuatro golpes sonoros, sin exagerar, y luego espera un par de minutos (cuenta hasta cien) para que las personas de la casa tengan tiempo de abrir. Si hay un timbre, llama una vez o dos y espera. Si nadie abre, repite el procedimiento un par de veces más. Si a la tercera nadie abre, no insistas. Es algo simple que me enseñaron cuando era pequeño y se quedó conmigo para siempre.

Esta mañana (poco después de ver frustrado mi baño matutino porque la motobomba dejó de funcionar y el técnico no podía ir a repararla al menos en dos horas) mi desayuno se vio interrumpido cuando alguien llamó la puerta como si el fin del mundo estuviese a la vuelta de la esquina, para después preguntarme si votaba aquí o en otro lugar y por quién pensaba votar. No tengo ningún problema con responder encuestas electorales, tampoco tengo problema alguno en bajar desde el estudio (en el tercer piso) cuando alguien toca la puerta del primer piso, pero sí tengo un problema enorme con que la gente llame a mi puerta con urgencia para algo tan trivial como una encuesta. O cuando golpean sin parar hasta que abro… y me preguntan si tengo un par de minutos para tratar de convencerme de unirme a su religión. Y me miran raro cuando les cierro la puerta en la cara.

viernes, 13 de agosto de 2010

02.010

Casi nunca veo televisión nacional, salvo por el noticiero que ven mis padres a la hora de almuerzo, el de entrevistas que vemos durante la cena, y uno que otro programa político. Prefiero evitar los programas de espectáculos, de variedades y concursos (que se limitan a repetir las mismas fórmulas), y los programas que no tienen más función que alimentar el ego de sus conductores.

Hoy me senté a ver el noticiero después de la cena, y en menos de dos minutos resentí el golpe de media docena de incongruencias espetadas por un reportero que… habla… en… pausas… dramáticas. Alguien debería enseñarle a narrar, a conjugar verbos, a usar adverbios y a respetar géneros. Pero eso no era lo peor. Parece que las únicas noticias del día fueron dos tachas a un candidato, dos robos, dos accidentes y dos homicidios ocurridos hace un par de días (no creo que sea coincidencia que todo viniera en pares), y en el resto del mundo no pasó absolutamente nada, pues el noticiero no informó acerca de nada ocurrido fuera del Perú. Con tan pocas noticias que reportar, la información se terminó a los cuarenta minutos, así que al noticiero no le quedó más que llenar los siguientes diez minutos con información acerca de las series cómicas producidas por el mismo canal. Después, diez minutos de noticias deportivas y buen fin de semana y apoyen a la Teletón (al menos UNA cosa realmente útil en sesenta minutos de noticiero). Y me preguntan por qué no veo televisión nacional.

viernes, 9 de julio de 2010

02.009

Gotas de lluvia helada suspendidas en el aire a mi alrededor, como una cortina que me separa de los fantasmas que empiezan a arremolinarse en una oscura mañana de invierno. No siento el frío. No siento nada, y eso me asusta hasta que me doy cuenta que nada se mueve. Las gotas de lluvia, la hoja que cae una cuadra de distancia, la niebla fantasmal, todos están detenidos en un instante atrapado en mis recuerdos. Has vuelto pero no te dejas ver. ¿Dónde te has escondido ahora? Ya habíamos aceptado la carga compartida y después desapareciste por dos meses. Ahora puedo verte detrás del poste, como una sombra esquiva. Ven aquí, antes de que las gotas continúen su camino hacia el asfalto y los fantasmas decidan completar sus espirales obligatorias a mi alrededor antes de desvanecerse una vez más. No, no creo que sea necesario lanzar un nuevo hechizo para alejarlos. Esta vez es mejor dejar que sigan su camino, que cumplan su ronda habitual. Oh, sí, claro que los volveremos a encontrar, tal vez en otro instante atrapado entre fracciones de segundo. Es inevitable. Es parte de nuestro destino. Hay un ligero parpadeo en las luces de la calle cuando el tiempo vuelve a moverse a la velocidad normal. La niebla fantasmal se desvanece entre las gotas de lluvia. Pero siguen ahí a nuestro alrededor, memorias esperando el momento preciso para volver. Por ahora dejemos que sigan su camino. Por ahora caminemos de regreso a casa, en silencio, como siempre.

lunes, 31 de mayo de 2010

02.008

Afuera todavía no sale el sol, y no empezará a salir en al menos media hora más, pero el olor del café fresco marca el inicio del día de trabajo. Una patada para terminar de despertar, como dice un amigo mío. Un café bastante más cargado que los otros que tomaré durante el resto del día, y servido en una taza bastante grande para que dure al menos la primera hora frente al monitor. Luego siguen al menos dos  tazas de café instantáneo preparado en el estudio para no tener que bajar a la cocina. Tres si hace frío o si hace falta más energía. Nunca si el trabajo está demasiado pesado. En ese caso es bienvenida una taza de chocolate. Y así hasta llegar al almuerzo.

Mezcla de té, anís, canela y clavo en la sobremesa con la familia, y también para pasar un rato tranquilo leyendo el mismo libro que empecé hace más de un mes y que ya casi termino, o viendo algo en la televisión que casi nunca enciendo. Quizás un té con un par de gotas de limón (o un poco de cáscara de  naranja) si se antoja la ocasión. El resto de la tarde es para otro par de tazas de café, a menos claro que el clima y la compañía se presten para tomar algo más fresco. Una taza de manzanilla después de cenar y mientras escribo esto, para despejar un poco la mente y poner en orden algunas de las ideas que se han venido acumulando durante el día.

lunes, 24 de mayo de 2010

02.007

Escribo esto con una toalla atada al cuello. No es que haga demasiado calor, ni demasiado frío, ni que me quiera suicidar ni nada por el estilo, sino que dentro de poco menos de hora y media se celebra una fecha importante para la subcultura de la cual formo parte. 25 de mayo es el Día de la Toalla, y también el Día del Orgullo Friki/Nerd/Geek.

El Día de la Toalla es una celebración de los fans de Douglas Adams, autor de The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, quien falleció el 11 de mayo del 2001. El primer Día de la Toalla se celebró dos semas después, para que coincidiera con el Día del orgullo Nerd/Friki/Geek, en el que se celebra el estreno de la primera película de StarWars en 1977. Es un día en el que orgullosamente mostramos al mundo que usamos camisetas con referencias extrañas, que la cafeína es un componente más de nuestro organismo, que no tenemos vergüenza de saludarnos o despedirnos con citas de películas o libros, que coleccionamos miniaturas. Es un día de jugar Dungeons & Dragons hasta desmayarse, escuchar MC Frontalot y Jonathan Coulton, darle de alma a nuestras conexiones de internet, resucitar nuestras consolas de hace quince años, volver a leer nuestros libros o comics favoritos, ver alguna de las cientos de películas o series que forman parte de nuestra memoria colectiva. Es un día de ponerse una toalla en el cuello. ¿Por qué una toalla? Ningún viajero galáctico que se precie de serlo sale de casa sin una toalla. Así es esto con nosotros, no piensen mucho al respecto.

Larga vida y prosperidad.

lunes, 17 de mayo de 2010

02.006

Hace más o menos unos doce años, cuando aún estaba en secundaria y el mundo parecía un poco más gris, no había fuerza en el mundo que me hiciera tomar café. No me importaba que una taza de café incluyera la posibilidad de no morir de aburrimiento durante el día de clases, o que pudiera ayudarme a siquiera tratar de revisar el cuaderno antes de algún examen, el sabor amargo era suficiente para mantenerme lejos de la cafetera. En esa época era joven e inexperto, igual que muchos.

Al terminar la secundaria e iniciar mi primer intento de estudiar algo, decidí probar el café para poder sobrevivir a algunas amanecidas. Empecé a encontrarle un cierto gusto, pero seguía tomando apenas una taza o dos al día, dependiendo del clima, la compañía, y si había o no mucho trabajo por hacer. Terminado ese primer intento, el café volvió a desaparecer de mi vida por un buen tiempo.  Años más tarde, cuando el mundo hubo dado las mil vueltas requeridas para que finalmente empezara a encontrar mi camino, encontré una amiga a la que le encantaba tomar una taza de café por las tardes. Luego llegó un invierno en medio de la nieve, varias noches interminables jugando rol, devorando libros o terminando tareas que parecían reproducirse cada vez que me acercaba al final. Y de pronto me di cuenta que el café se había metido por los palos hasta convertirse en parte esencial de mi rutina diaria.

Amigo café, ¿hacia dónde iremos ahora?

lunes, 10 de mayo de 2010

02.005

Hace unos días me di cuenta que hace demasiado tiempo que no juego Dungeons & Dragons. Sigo escribiendo, creando personajes y tejiendo historias, aventuras y demás cosas, revisando libros de reglas y dibujando mapas, pero realmente no he tirado los dados en una partida en más de seis meses. No he jugado con mi primer grupo desde antes de la graduación hace ya más de cinco años. Seguí jugando esporádicamente con mi otro grupo hasta hace cosa de un año, y logré reunir un pequeño grupo eventual con el que sólo jugué un par de veces hace más de medio año. Supongo que es normal que los grupos de juego se alejen a medida que sus miembros crecen y empiezan a acumular nuevas ocupaciones y obligaciones que no pueden dejar de lado para sentarse alrededor de una mesa y pretender que son aventureros recorriendo ruinas o explorando cavernas habitadas por criaturas inenarrables. Sé con certeza que todos seguimos siendo el mismo grupo de nerds que éramos entonces (posiblemente seamos incluso más nerds ahora, o al menos tenemos mayor facilidad para serlo), es sólo que ya no tenemos tiempo para ser nerds juntos como antes. En el mundo real no podemos hechizos para detener el tiempo y acabar con el villano antes de que se ponga el sol y poder volver a casa con la familia. En el mundo real tendremos que esperar el momento exacto, la conjunción de los astros que finalmente nos permita volver a ser un grupo de tipos pretendiendo ser elfos.

domingo, 9 de mayo de 2010

02.004

¿Quién eres, que apareces en esta madrugada más bien fría y melancólica? ¿Eres una visión del futuro? ¿O acaso un fantasma? Ah, eres tú otra vez. Pensé que te habías ido junto con los otros extraviados, pero lograste resistir los hechizos del invierno pasado. Siempre persistes. Desapareces durante meses, pero al final siempre regresas. Sin embargo hay algo distinto en ti esta vez. ¿Qué es lo que tienes en las manos? ¿Cadenas? No tenías cadenas la última vez que lancé los hechizos para alejarte. Pero hay algo más. Una sensación extraña en la neblina que se arremolina a nuestro alrededor. ¿Será que tu naturaleza ha cambiado? Claro. Esas cadenas eran mías. Pensé que finalmente las energías arcanas habían logrado quitármelas de encima, pero parece que lo único que conseguí fue que ahora seas tú quien las lleve. Pero sigue siendo mías. Debe haber sido tu propia decisión. Veo que te acercas en silencio cargando mis cadenas. Extiendo las manos para sentirte una vez más. Un ligero cosquilleo recorre mis dedos y trepa por mis brazos. Has cambiado. Hemos cambiado. Al parecer estamos unidos por esas cadenas, y, aunque preferiría que desaparecieran, supongo que no van a ir a ningún lado en el futuro cercano. Has venido para mostrarme que ahora me ayudas a llevarlas. Después de tantos años, en silencio y sin vernos a los ojos, finalmente nos hemos resignado a la carga compartida. No te daré la bienvenida. Tampoco te voy a echar. Si quieres quedarte, sólo te pido que no estorbes.

jueves, 6 de mayo de 2010

02.003

Soy de las personas que no se hacen mayores problemas cuando los cobradores del bus olvidan cobrarme el pasaje, o cuando me dan vuelto de más. Yo creo que la vida es cíclica, que así como vienen cosas buenas también vienen cosas malas, y que si haces cosas buenas, eventualmente algo bueno llegará a ti. De la misma forma, creo que si haces cosas malas, eventualmente algo malo llegará, de una forma u otra. Teniendo en cuenta que los cobradores y choferes de buses son, básicamente, unos malditos, entonces es totalmente lógico pensar que algunas cosas malas, sean grandes o pequeñas, llegarán a ellos tarde o temprano. Ok, lo admito, quizás existan por ahí algunos cobradores y choferes buenos, pero en todos estos años viajando en bus no me he cruzado con ninguno. Es posible que algunos reciban un sólo gran latigazo kármico y terminen reencarnados en cucarachas, y que otros reciban pequeños hincones kármicos que contrapesan las pequeñas maldades que han ido acumulando. Si el cobrador te da un sol más sin darse cuenta, piensa que quizás sea porque ayer le cobró un sol de más a alguien, o porque no quiso recoger a un escolar, o porque le dio una moneda falsa a una viejita, o porque bota basura al piso, o porque no le dio la gana de cobrarte el medio pasaje hace un par de años. Entonces, en lugar de tratar de corregir el error, mejor guarda la moneda, sonríe por dentro y deja que la gran rueda del universo siga girando.

miércoles, 5 de mayo de 2010

02.002

El ritual diario del café matutino, aunque relativamente caro una vez que sacamos la cuenta de cuánto gasto en café cada semana, es bastante entretenido. Me permite estirar las piernas a mitad de camino hacia el trabajo, y al mismo tiempo observar a otras personas que también cumplen con el mismo ritual, cada uno a su manera, y terminan convirtiéndose en personajes recurrentes de la escena vespertina. El señor de cabello entrecano, con saco y corbata, aparentemente empleado bancario, que siempre compra el vaso más grande de latte y luego lo bombardea con azúcar y canela (imagino que debe terminar convertido en un menjunje digno de cualquier laboratorio alquímico del siglo XVI, y posiblemente con buen sabor, pero es algo que yo no haría). Algún día le preguntaré si ese brebaje es apto para el consumo humano, o si tal vez está matándose lentamente. Luego está la empleada de Interbank que revisa de arriba a abajo la vitrina mientras hace la cola, pero recién al llegar a la caja empieza a decidir (en voz alta) qué cosa va a pedir, aunque siempre termina pidiendo el mismo café y el mismo sánguche. Muchas gracias por hacer que los demás perdamos el tiempo, si un día me tienes que atender en el banco juro que haré todo lo posible por devolverte el favor. Además está la sensación surrealista de subir a un microbús y sentarme al lado de la ventana con una taza de café caliente, suficiente para empezar bien la mañana.

lunes, 3 de mayo de 2010

02.001

La carretera se abre lenta y perezosa entre la densa neblina, como si aún fuese demasiado temprano y se abrigara con una frazada de neblina pidiendo que la dejen dormir cinco minutos más. Dentro del pequeño colectivo, trato de acomodar las piernas y abrazar mi mochila para hacerme sitio entre un sujeto de camisa y chaleco que se acomoda para dormir, y una señora que trata de leer un cuaderno de hojas algo arrugadas. Aprieto la mochila contra mi pecho mientras trato de ignorar la música dizque tropical que brota de los altavoces, y aunque no consigo ignorarla por completo, al menos logro reducirla a un nivel soportable. El movimiento del limpiaparabrisas me adormece. El sonido de las hojas del cuaderno es familiar y trae una sensación de comodidad que me ayuda a dormir. Primero llega la oscuridad. Luego el silencio. Abro los ojos y me ataca un centenar de colores, todos opacados por la sombra de las gruesas nubes. El muro de sonido me golpea un segundo después, una mezcla de sonidos discordantes puestos juntos por el tráfico de Lima. Miro por la ventana y me doy cuenta que el colectivo está rodeado de autobuses, taxis y autos particulares que compiten centímetro a centímetro para no llegar a ninguna parte. A mi izquierda, el sujeto de chaleco emite un ronquido suave. A mi derecha, a la señora se le cae de las manos el cuaderno. Afuera hace frío después de demasiados meses de calor. Lunes por la mañana. Quiero café.