viernes, 29 de junio de 2012

2012-014

Siento el timbre del celular y veo en la pantalla una razón para sonreír. Para ser sinceros, muchas veces me has dado razones para lanzar el teléfono por la ventana o patear la silla, pero al final las cosas terminan bien. Sobre todo en los últimos meses. Temas conocidos y temas nuevos. Situaciones distintas pero con muchas coincidencias. La conversación eterna, reinventada y recibida como nueva porque realmente lo es aunque no lo parezca.
Mientras conversamos me tumbo en la cama y mi mente vuela sobre fragmentos de conversaciones incompletas que se fueron quedando atrás por esto o aquello (o eso y lo otro también) y ahora permanecen en el limbo de las cosas que se quedaron sin decir. Tal vez no haga falta decirlas ya. O tal vez se digan más adelante. O quizás ya se hayan dicho, aunque de otra forma y sin darnos cuenta. Sonidos y lugares vienen en una espiral hipnótica. Mesas en varios cafés. Una sala. Un parque. Risas. Pasillos. Centros comerciales. Música. Un par de restaurantes. Nuestra conversación continua en paralelo, pausada y serena, aunque pasamos de un tema a otro con facilidad, como siempre.
Cuelgo el teléfono después de una hora y diez minutos. Una vez más el tiempo ha vuelto a sorprendernos. Debería estar durmiendo ya, pero no importa porque valió la pena. Dejo mis lentes y el celular en el velador, sobre un libro que siempre olvido devolver a su lugar. Cierro los ojos y me dejo llevar por la corriente.

jueves, 28 de junio de 2012

2012-013

Ligera llovizna en una noche de otoño bastante agradable y algo tranquila. Una taza de té mientras leo algunas noticias del día, respondo un par de mensajes y hago una lista de las cosas que tengo por hacer mañana. A veces me sorprende a mí mismo la forma en que he aprendido a organizarme en los últimos años, aunque muchas de mis cosas todavía sieguen siendo un verdadero caos, pero supongo que una cierta cantidad de caos es siempre necesaria para mantener el equilibrio.

Siempre me ha gustado la idea de vivir entre dos ciudades. Puede ser un poco complicado algunas veces, pero me parece una buena forma de mantener el contacto con ambos lugares y tener una perspectiva distinta de las cosas. Es distinto a "cambiar de aire" por unos días y luego volver a la ciudad en la que uno vive, es mas bien tener una parte de la vida en cada una de esas ciudades y pasar de una a la otra según el día o el momento. Es más o menos lo que hice durante los años en la universidad y en los trabajos que tuve después (aunque en esa época era casi como si la carretera fuera realmente mi hogar y todo lo demás fuesen paradas temporales), y es lo que quisiera volver a hacer en cuanto sea posible.

Ya es hora de cerrar todo, apagar las luces e irme a dormir por unas horas. Y mañana a terminar de hacer los últimos arreglos para los próximos dos días.

miércoles, 27 de junio de 2012

2012-012

Algunas veces queremos mucho que algo suceda, y al final no sucede nunca. A veces las cosas suceden sin que nos demos cuenta. Sea el destino o cómo se le quiera llamar, el universo de vez en cuando parece conspirar para que las cosas salgan de una determinada forma. Y algunas veces el universo decide lanzarnos algo que jamás hubiésemos esperado. Y decide hacerlo un par de veces seguidas en una secuencia que sólo el infinito sabe cuándo empezó y cuándo terminará.

Lo sé, pequeño fantasma que susurras en mi oído y cantas las historias de mis épocas pasadas. Escucho tus canciones, pequeño fantasma, y cargo las cadenas de ese otro que vino para quedarse. Lo sé. No teman. No olvido. Aprendo. Y sigo adelante. Existe un antes y un después de las sorpresas del destino (universo o lo que sea), para bien o para mal, y lo sabemos dentro de nosotros sin importar si los demás pueden notarlo. Y si no lo sabemos, no importa: el universo lo sabe.

Las cosas siguen siendo las mismas y el clima sigue cambiando. Hay una cierta magia en el atardecer, algo que parece bailar entre las nubes. Observo mi reflejo en la ventana y le dirijo una sonrisa y un cabeceo. Enciendo un cigarrillo para que el humo lleve el mensaje atrás en el tiempo. Sí funciona, yo de hace una semana. Tal vez no de la forma en que piensas, y tal vez demore mucho más de lo que crees, pero sí funciona.

martes, 26 de junio de 2012

2012-011

El día amaneció algo frío y un poco gris, bastante agradable en realidad, y una muy buena razón para tomar una taza de café viendo las nubes (como si realmente hiciese falta una razón para eso). La combinación me trae recuerdo de otro otoño, cuando las cosas eran bastante distintas. A veces extraño algunas cosas que deje atrás en los últimos diez años. También a algunas personas que quedaron en el camino, algunas por voluntad propia, otras porque era necesario, y otras sin más razón que los cambios en el tiempo, la distancia y la forma inmisericorde en que ambos suelen confabular. A lo lejos escucho una risa que se parece mucho a la de alguien a quien extraño a pesar del contacto frecuente. Tal vez sea que una parte de mí todavía no despierta a pesar del café y el viento fresco.

Nuestras conversaciones están convirtiéndose nuevamente en una costumbre bastante agradable. Creo que nunca debieron dejar de serlo, aunque aparentemente el universo pensó que era mejor que hiciésemos una pausa bastante prolongada antes de retomar las viejas conversaciones o empezar algunas nuevas. Fue extraña la forma en que nos separamos, y más aún la forma en que un buen día nos volvimos a encontrar y no nos hemos alejado mucho desde entonces.

Me gustan las llamadas inesperadas, siempre y cuando sean en el momento adecuado y no se conviertan en llamadas incómodas. No, este párrafo probablemente no tenga nada que ver con los anteriores, pero eso no importa.

lunes, 25 de junio de 2012

2012-010

Apagué todo en un instante, llené las cosas en la mochila mientras terminaba de ponerme la sudadera y asegurarme de no olvidar nada en el escritorio. La sensación de que este viaje podría haber esperado hasta la próxima semana o al menos hasta el sábado. Pero algo se podía hacer para que el viaje valiera la pena. Además, claro, de comprar un nuevo monitor. Envié algunos mensajes antes de salir.

Después de seis años de servicio y de haber recibido probablemente más uso diario del que había sido calculado por el fabricante, mi fiel monitor ViewSonic VA703b decidió que la tarde de un jueves, faltando dos horas para terminar mi turno y con mucho trabajo freelance aún por hacer (y sin mucho tiempo para perder), era el mejor momento para dejar de funcionar. Al menos no fue a media noche del día antes de entregar el trabajo. Al menos sucedió cuando tengo los medios para comprar un reemplazo sin perder mucho tiempo, aunque tenga que pagarlo en cómodas cuotas hasta quién sabe cuándo. Y al menos pude ver a algunos amigos.

Regresé a casa agotado, pero con la sensación de que a pesar de todo, la tarde había valido la pena. Gracias por haber estado ahí, aunque fuese sólo un momento y los planes hechos a último minuto no salieran como hubiésemos querido. El nuevo monitor sonríe desde el escritorio. El monitor antiguo descansa ahora en el aparador, a la espera de una oportunidad para regresar al escritorio, tal vez como secundario.

sábado, 23 de junio de 2012

2012-009

Recostarme en un sofá o sillón cómodo (o en mi cama) para leer, aunque sea por media hora, es una de las mejores formas de relajarme que he encontrado hasta ahora. Mejor aún si puedo ponerme los audífonos y escuchar algo que me ayude a aislarme del mundo. Olvidar las cosas a mi alrededor, los asuntos del trabajo, el estrés del día, encerrarme en una burbuja por unos minutos. Un vaso de limonada en medio del calor infernal del verano, o una taza de café para entibiar la tarde de invierno.

Recuerdos de un pueblo cubierto de nieve y una librería de viejo que me quedaba a mitad de camino al trabajo, cerca a la juguetería y al lado de otra librería mas convencional. Un delicioso olor mezcla de café, madera, tabaco y libros viejos. Una ventana enorme, mesas, sillas, un par de mecedoras y una lámpara enorme colgada de una viga. El viento helado en mi cuello. Las ganas de no llegar al trabajo ese día, comprar un libro cualquiera y pasar el día entero allí, envuelto en esa sensación intemporal en un pequeño pueblo perdido en las montañas. Algún día, en el futuro no tan cercano, podré cruzar medio mundo para volver a caminar por esa calle y ver si todavía sigue ahí con su piso de madera y el techo a dos aguas.

Dejo el libro en el velador para terminar de leerlo mañana y luego empezar con el siguiente libro en la pila que parece crecer espontáneamente de tiempo en tiempo.

viernes, 22 de junio de 2012

2012-008

Y entonces, sin avisar, el trabajo decide interrumpir los planes que habías hecho, y no te queda más que aceptar la interrupción, abrazarla y acomodarte para poder seguir adelante. Chamba es chamba. Después de todo, de algún lado tiene que salir el dinero necesario para poder seguir viviendo, y mejor que sea dinero legal para evitar complicaciones en el futuro. Y algunas veces, sin embargo, es la vida la que interrumpe tus planes de trabajo, sin avisar pero con buena intención.

¿De qué escribes? La pregunta sale de pronto, impulsada por la curiosidad de saber qué es lo que hago aquí golpeteando las teclas y construyendo una frase tras otra. Escribo de lo que sea, amiga mía. Es terapia. Catarsis. No sé realmente. Escribo porque me gusta, aunque esa no es la respuesta a tu pregunta, y no siempre escribo de las cosas que me gustan. Ideas sueltas, cosas de todos los días, cosas que pasan una vez a las quinientas, cosas que no pasan nunca, todas son buenas razones para poner una palabra al lado de otra. Dar las gracias por algo. Exorcizar algunos demonios. Conversar con mis fantasmas. El placer de crear.

La taza en el escritorio llena el estudio con una mezcla de manzanilla, anís y valeriana (o al menos creo que es valeriana, nunca supe realmente qué cosa venía en esa infusión). Me hablas de tus cosas con una serenidad que no habías tenido antes, y siento que has crecido. Y me siento orgulloso de ti.