miércoles, 5 de agosto de 2009

#138 - Sombras de un Cielo Absurdo: 17.

Andrei caminó lentamente hacia el Olympian, las manos en los bolsillos de la casaca y la mirada fija en el camino frente a él. Habían pasado ya casi dos horas y Alice debía estar por terminar su turno. ¿Cómo se vería sin uniforme? Seguramente se veía igual, solo un poco más relajada. Posiblemente estuviese usando un abrigo, o al menos una casaca, el invierno marciano era más bien frío y la mayoría de mujeres había estado usando abrigos últimamente. Se detuvo un momento para observar el cielo. Había dejado de llover en algún momento de la mañana mientras él estaba en el café, y ahora el Sol empezaba a brillar en el invernal cielo marciano, aunque aún había gruesas nubes en el cielo. Llevaba un pequeño paraguas retráctil en uno de los bolsillos de la casaca de cuero sintético, eso debería ser suficiente en caso de que volviera a llover. Claro que sería mejor si ella llevaba su propio paraguas, y mejor aún si no llovía, pero le reconfortaba el saber que estaba preparado para el peor de los casos. Siguió caminando en silencio. Cientos de personas caminaban por las calles, al igual que todos los domingos. Siempre había una buena cantidad de personas caminando, pues aunque era mayormente una zona residencial, la presencia de varios restaurantes y la cercanía del parque la convertían en un lugar bastante popular para pasar las tardes de domingo. Se detuvo al borde de la vereda. Al otro lado de la calle, Alice estaba de pie con las manos metidas en los bolsillos de la casaca negra, esperándolo con una sonrisa.


lunes, 3 de agosto de 2009

#137 - Sombras de un Cielo Absurdo: 16.

Se puso una casa negra sobre la camiseta naranja y se miró nuevamente al espejo. Se sintió bonita, y eso le resultó extraño. Leandra siempre le decía que lo era, pero Alice siempre pensó que había otras mujeres mucho más bonitas, y nunca se había sentido más bonita que otras. Bueno, tal vez más bonita que esa muchacha insufrible que siempre le ganaba el último pastel de chocolate de la cafetería de la escuela. Definitivamente más bonita que ella, pensó casi sin darse cuenta mientras cerraba la puerta de su casillero. Se despidió de las otras dos meseras, de los dos cocineros y de la ginoide de limpieza, aunque sabía que todos estaban tan ocupados que no le harían mayor caso. Siempre había más actividad los domingos al mediodía, y esa era una de las razones por las que prefería trabajar el primer turno. Levantarse temprano para pasar la mañana llevando las bandejas del desayuno y luego tener toda la tarde libre y poder dormir un par de horas más en la noche, era mejor que pasar la tarde del domingo corriendo de un lado a otro con bandejas llenas con los pesados platos del almuerzo. Ahora podía aprovechar esa tarde libre para encontrarse con Andrei. Parecía una buena persona, y fue amable con ella, pero realmente no sabía nada de él. Al menos no podía ser peor que aquel piloto con el que Leandra había querido emparejarla hacía un par de meses. Tan distraída estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que la ginoide se había despedido de ella.


sábado, 1 de agosto de 2009

#136 - Sombras de un Cielo Absurdo: 15.

El primer trabajo que Alice encontró en Marte fue de mesera en el Olympian, y no había cambiado de trabajo desde entonces. No tenía una vida social muy activa, lo cual era considerado paradójico por su amiga Leandra, pues había al menos un centenar de hombres que habrían estado dispuestos a llevarla a donde quisiera. Pero eso no era lo que quería. Su vida era más bien rutinaria. Al trabajo todas las mañanas, luego al gimnasio del edificio y después a su departamento/taller a pintar. Algunas veces alguna de sus amigas, sobre todo Leandra, aparecían de pronto en su puerta, o en la puerta del café, para llevarla a alguna fiesta o al parque, para ver si alguien la secuestra, como decía Leandra entre risas. Su vida rutinaria le había permitido ahorrar una buena cantidad de dinero, que principalmente había sido invertido en mejorar su propio departamento y adecuarlo para que fuese también su taller de pintura. Sin embargo, algunas veces (sobre todo en los días fríos de invierno) se preguntaba si no estaría dejando de lado su propia vida sólo para jugar a ser una artista. La respuesta siempre era la misma. Esta era su vida. Esto era realmente lo que quería hacer. La Tierra podía quedar para después, porque a fin de cuentas no era como si el planeta fuera a irse a otra parte. No tenía mayores preocupaciones y se sentía complacida. La única cosa que la preocupaba era ese sangrado nasal que había tenido cada mañana durante los últimos siete días.