Hay algunas cosas que nunca lograré entender, lo cual me alegra y la vez me deprime. Me alegra porque eso significa que siempre habrán algunas cosas que serán un misterio que trataré de descifrar y entender. Me deprime porque eso también significa que hay algunas cosas que siempre estarán más allá de mi alcance y que me harán sentir frustrado. Ahora bien, la frustración no es algo nuevo para mí, después de todo fue uno de los motores de mi vida durante varios años hasta que finalmente se convirtió en depresión y luego logró convertirse en una forma combinada de ambas. Alguien me salvó de eso y me devolvió al mundo de los vivos en medio de un invierno crudo que terminó por convertirse en el mejor de mi vida. El hecho de que la frustración sea una vieja conocida no significa que sea bienvenida ni mucho menos. Algunas veces resulta productiva, pero la mayor parte del tiempo es sólo un incomodidad que me aleja de otras cosas que realmente podrían ser productivas. Al diablo, este posteo tendrá que convertirse en uno más largo y esperar a que mañana pueda recuperar el hilo de lo que estaba tratando de pensar cuando serví el primer vaso de whisky. Una de las cosas buenas del whisky es que no deja resaca alguna. Lo malo es que tampoco deja respuestas y algunas veces trae más preguntas y eso sólo contribuye a complicar más la situación. De todas formas se siente bien de vez en cuando.
La mañana llega con la fría caricia de un viento finalmente otoñal que logró colarse por la ventana mal cerrada. Nada como un baño para seguir sin tener la menor pista que me ayude a entender. Una cierta niebla gris me rodea mientras paso por el resto del día con una sola novedad que no tiene nada que ver con lo que trato de entender. Llevo ya un par de horas sentado en la habitación a oscuras, tratando de entender algo que no permite ser entendido. Posiblemente sea un mecanismo de defensa establecido de forma inconsciente, porque si algo no puede ser descifrado entonces se mantiene seguro, al menos desde su propio punto de vista. El monitor de la computadora se refleja en la botella de agua y proyecta sombras tenues detrás de mi. El celular timbra en medio de la oscuridad y puedo ver una sonrisa familiar en ese número de teléfono. Cuelga antes de que pueda hablar. No tengo saldo disponible y por tanto no tengo forma de devolver la llamada al menos por unos días más. Tendré que conformarme con saber que esa sonrisa aún se preocupa por mí y por no haber recibido noticias en mucho tiempo.
El hombre de nieve me observa desde su burbuja de vidrio justo debajo del monitor, un recuerdo de aquel invierno hace muchos años, y de otra cosa que no entendí jamás. Posiblemente no sea necesario entenderlas, tal vez sea suficiente con saber que están ahí y son como son sin mayores explicaciones. Tal vez.
1 comentario:
... o tal vez no.
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