jueves, 9 de abril de 2009

#77

El olor del café me da la bienvenida a un nuevo día, y entre las brumas de una mañana definitivamente otoñal me parece ver la figura de un hada solitaria que se despereza al borde de una maceta. Supongo que si no hay un jardín, las macetas son bienvenidas como refugio y hogar. Tal vez le vendría bien tener un caracol que le haga compañía mientras espera la visita de otras hadas o algunas mariposas. ¿Se alejará si me acerco a compartir mi café con ella? Nunca he pensado en si las hadas tomarán café. Sé que toman té (al menos algunas), y que lo prefieren con miel, pero no sé si también tomarán café. Me viene de pronto la imagen de una pareja de hadas tomando café sentadas sobre una hoja mientras ven las nubes pasar y los humanos a su alrededor ni siquiera se dan cuenta que están ahí.

Afuera se desata una nutrida lluvia de gotas finas, y de pronto tengo la oportunidad de ver la lluvia entre los hilos de vapor de la taza de café. Las hadas bailan en la lluvia y juegan en la tierra húmeda de la plaza que sí tiene caracoles que las acompañen. Abro la ventana y una fresca brisa me acaricia el rostro, una caricia arcana que trata de tentarme una vez más. Esta será la segunda noche de plenilunio y seguramente vendrá con una ligera llovizna o algo de neblina que permita a las hadas seguir insinuándose al límite de la visión de los humanos. Finalmente es otoño.

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