Hace alrededor de trece horas despertaba después de una noche más bien intranquila. El sol se anunciaba a través de la ventana, pero el cuerpo me pedía que no saliera de la cama en un buen rato. Hace doce horas finalmente salía de mi habitación para ir al baño, lavarme y bajar a desayunar. Hace poco más de diez horas horas estaba esperando una llamada que luego me dejó pensando en algunas cosas, todas coherentes, pero no todas agradables. Hace nueve horas veía Natural Born Killers y recordaba la primera vez que vi esa película cuando todavía rentábamos cintas de VHS en la tienda de videos. Hace seis horas estaba llenando de comida la taza de mi gato y seguía pensando las mismas cosas, pero trataba de dejar de lado las desagradables. Hace cuatro horas estaba saliendo de casa con un caramelo de menta en la boca y sentía el viento fresco acariciar mi frente mientras caminaba dos cuadras hacia la plaza. Hace tres horas retomaba la película desde donde se había quedado hacía unos días. Hace dos horas la película cambiaba de escenario y luego la trama daba un giro inesperado. Hace una hora alguien puso pausa en la película y salió de la habitación y la historia se quedó en suspenso hasta que regrese. Hace diez minutos tomé la botella de whisky y empecé a servir. Dentro de un par de horas posiblemente estaré ebrio, tratando de no pensar más. Cuando despierte mañana tomaré el teléfono y trataré de averiguar de qué color es el mundo.
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