domingo, 8 de febrero de 2009

#26

El tiempo pasa sin que me de cuenta y de pronto ya son más de las siete de la noche. El día se ha ido entre la visita de un amigo, poner en orden algunas cosas en el estudio y comprar un par de zapatillas que se convertirán en mis nuevas compañeras de caminata. Pronto pasarán los días también, y antes de darme cuenta seré ya un año más viejo y muchas cosas habrán quedado atrás en el tiempo mientras otras nuevas seguirán apareciendo en el futuro cada vez más cercano. Algunas veces me pregunto si el tiempo pasaría de la misma forma cuando estaba trabajando en un horario definido. Todo se veía distinto entonces. Sé que el tiempo siempre transcurre a la misma velocidad, pero me refiero a la velocidad relativa que tiene para cada uno. Nuestra magia inherente nos hace sentir de formas distintas el paso del tiempo. Podemos ver cómo una hora pasa como si se no se tratase más que de un par de segundos, y cómo un segundo se puede convertir en una hora. Instantes eternos, como dice la canción de Leusemia.

La noche es fresca, igual que las noches anteriores. Parece que el verano se apiada de nosotros después de las seis de la tarde. Escucho el rumor de la calle filtrándose por la ventana junto con un lejano olor a comida. Tal vez sea un buen momento para salir a dar una vuelta y ver qué hay de nuevo por los alrededores. Quizás las hadas se dejen ver esta vez.

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