Camina hacia la repisa de los discos mientras deja que el ventilador la refresque y agite su cabello negro. La observo caminar y no deja de sorprenderme que no desaparezca como un espejismo producido por el calor de este verano infernal. Sus manos recorren la repisa desde la que una botella vacía de whisky contempla la sala. Un centenar de discos ordenados alfabéticamente un poco más abajo, al lado de un par de automóviles a escala. El ventilador agita su cabello una vez más y la obliga a ordenarlo con una mano mientras la otra escudriña los títulos de los discos. Estoy a su lado ahora. Voltea apenas para preguntarme mientras señala algo al lado de la botella vacía. Es una vieja caja de herramientas ahora convertida en almacén de miniaturas de un juego que dejé hace alrededor de un año, aunque pienso retomarlo en cuanto encuentre con quién jugarlo. Abro la caja para ella y sus manos se abalanzan sobre las pequeñas figuras de plástico que la observan entre la espuma de embalaje que evita que se maltraten al mover la caja. Sus dedos tratan las miniaturas con un cuidado que no había visto en años. El ventilador agita nuevamente su cabello y me trae su perfume. A través de la ventana le parece ver que alguien se moviera en la habitación del fondo. ¿Un fantasma o sólo la sombra de un ave que sobrevuela el tragaluz mientras busca comida? Aquí no hay fantasmas, salvo aquellos que uno trae a cuestas como parte de su pasado. Bienvenida a mi mundo.
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