jueves, 22 de enero de 2009

#10

Una vez más estoy en un bus rumbo a casa. Hace demasiado calor como para pensar en algo que no sea ese mismo calor, aunque una conversación ligera con mamá parece alejarlo por un momento, o al menos ayuda a pensar en otra cosa. El calor regresa y finalmente puedo pensar en otra cosa. Quiero una gaseosa. Eso tampoco ayuda, sobre todo porque estoy en la carretera, el bus posiblemente no se detenga hasta llegar a casa, y la idea de una gaseosa helada sólo hace que el calor sea aún más insoportable. Una mujer en el asiento del frente abre una caja de comida, el olor se esparce rápidamente. Ahora tengo calor, sed y hambre. Tal vez pueda dormir un poco para no pensar. Cierro los ojos y el ruido del motor no me deja dormir. Trato de ver la película. Sólo puedo adivinar los diálogos porque el sonido es tan malo que se pierde y se confunde con el ruido del motor. Pienso que en la casa tengo una cerveza en la refrigeradora, y que ha estado ahí desde hace como dos meses. Maldición, deja de pensar en cosas frías. Miro por la ventana. La carretera es oscura y no hay mucho que ver. Hablo con mamá de los gatos que tuvimos antes de mudarnos, cuando nuestro jardín era el dulce hogar de una extensa familia de gatos. Milagrosamente, la conversación de gatos ayuda a que el tiempo pase sin darnos cuenta. Al bajar del bus me recibe una fresca brisa. Noche de verano, al fin y al cabo. Tal vez me beba esa cerveza después de todo.

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