lunes, 19 de enero de 2009

#07

El cielo está despejado hoy, con algunas nubes blancas barridas por el viento. Creo que es la primera vez en las últimas dos semanas en que el cielo ha estado despejado todo el día, sin amenazas de lluvia aunque con bastante humedad. Sobre mí el cielo se ve una suerte de celeste intenso que por un momento me hace dudar que sea el mismo cielo gris que nos cubre durante el resto del año. Me gusta el cielo gris porque es familiar, porque de alguna forma indica que todo sigue en su sitio, que el mundo sigue siendo mundo. Me gusta también el cielo celeste intenso porque es infrecuente, una señal de que hay otras cosas más allá del cielo gris. Cosas constantes y cosas eventuales. La constancia de lo eventual, que es preferible a la eventualidad de la constancia.

Un par de gorriones pasan volando frente a mí. Tal vez uno de ellos sea el gorrión que viene a sentarse en el cable del teléfono todas las tardes y que algunas veces trae a sus amigos. Es posible que esos dos gorriones siempre pasen volando frente a la ventana a la misma hora, pero no lo sé, y eso es justamente lo que lo hace interesante.

Sobre mí el cielo se torna púrpura, el sol convertido en un disco de ámbar que se sumerge en el horizonte, una bandada aleteando sobre los árboles de la plaza a poco más de una cuadra de distancia. Lo constante y lo eventual dependen del punto de vista.

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