sábado, 30 de abril de 2011

2011-015

Ayer alrededor del mediodía recibí una llamada de alguien a quien no veía desde hacía mucho tiempo. La conversación que siguió fue bastante entretenida, sobre todo porque nos dimos cuenta que, a pesar del tiempo transcurrido (y de no habernos visto frente a frente en casi un año), se sentía como si hubiésemos hablado apenas el día anterior. Recordé en un instante las largas conversaciones sobre los temas más diversos. Las noches en el teléfono renegando por algo que le había sucedido a alguno de los dos y que luego veríamos como una tontería. Las caminatas hasta el paradero. El eco de las risas en medio de la noche. La extraña sensación de haber encontrado algo muy parecido a un hermano. Son pocas las personas con las que me sucede eso.

A veces me pregunto si sucedería algo parecido con algunas de las personas que he dejado atrás por un motivo u otro. Me pregunto si el tiempo, la distancia, las decisiones tomadas, las cosas dichas y dejadas de decir, las diferencias que todavía subsisten, permitirían un reencuentro siquiera cordial, aunque sea una llamada telefónica. Me lo pregunto sin mayor convicción porque en el fondo no me preocupa mucho. Es sólo curiosidad.

Reviso las pocas fotos que tenemos juntos y que conservo en el disco duro. Los recuerdos me hacen sonreír sin darme cuenta. Me gusta saber que nuestra amistad ha llegado al punto en que podemos reencontrarnos después de mucho, y sentir que el tiempo no ha pasado. Se siente bien.

viernes, 29 de abril de 2011

2011-014

Cuando escribo sobre mí mismo no es para darme palmadas en la espalda y autofelicitarme, sino para mostrarme tal como soy y tratar de que me vean tal como soy. Cuando hablo sobre las cosas que me pasan, las cosas que siento, las cosas que sueño y demás, lo hago porque creo que hablar al respecto no sólo es una buena forma de terapia, sino que, eventualmente, podría servirle a alguien en una situación parecida.

Muchas veces escribir un blog o tener una cuenta de Twitter es una cuestión de ego y de sentirse mejor que el resto. Otras veces es sólo querer decir algo. Lo mío es lo segundo. Si algunos días este blog no tiene sentido es porque nunca pensé que debiera tener sentido. Este blog es sólo un medio para mostrar mis intentos diarios de compartir algo de mi vida, escribir al menos doscientas cincuenta palabras y retomar un poco de la disciplina que solía tener hace años. No me importa el número de visitas, tampoco la cantidad de "me gusta", ni los retweets y mentions. Me importa, simplemente, la satisfacción de estar cumpliendo una meta personal y saber que por ahí hay alguien que me lee de vez en cuando. El hecho de que a varios les gusten las cosas que escribo es un honor que agradezco de todo corazón. También agradezco a los que se toman el tiempo de decirme que no les gustó, eso me indica que al menos se dieron el trabajo de leerlo.

jueves, 28 de abril de 2011

2011-013

Esta ha sido una mañana bastante mas lenta de lo habitual, llena de la extraña sensación de estar a la espera de algo que no sé si llegará, o si existirá siquiera. Había olvidado ya la incertidumbre, a medias agradable y a medias aborrecible, antigua compañera de viaje que esperaba haber dejado atrás para siempre en una de las tantas curvas del camino.

Hoy desperté con el recuerdo de una conversación y el eco de una voz familiar repitiendo palabras que no alcancé a entender. Crucé la habitación de un salto (no es tan grande, realmente se puede cruzar de un salto o un par de pasos largos) y revisé a prisa los mensajes de texto y el registro de llamadas en el celular y el inalámbrico, pero nada. Tampoco en el historial de conversaciones de la laptop ni en el escritorio. No sucedió. Menos mal. Respiro un poco mas tranquilo. Palabras nunca dichas que se cruzaron en una conversación que sólo existió en el paisaje de un sueño, supongo. Me pregunto si en una conversación real se habrían dicho esas mismas cosas, con las mismas intenciones, con el mismo resultado. Tal vez el resultado habría sido distinto.

Sobre el escritorio, una taza de café fresco logra llenar el estudio con el aroma de las mañanas y alejar las telarañas de somnolencia que aun flotan a mi alrededor. Abajo, en la calle, los pasos de la gente tienen una certeza que de pronto me resulta envidiable. Siento el viento frío en la cara. Sonrío.

miércoles, 27 de abril de 2011

2011-012

Camino por las calles frías de una pequeña ciudad que recién despierta bajo el grueso manto de nubes que la cubre hoy. Mi mente empieza a divagar mientras camino siguiendo el olor del pan que recién sale de los hornos.

Acercarse. Alejarse. Dar vueltas alrededor. El mundo gira y las cosas cambian aunque algunas veces terminan siendo casi las mismas. Cambios de posición, piezas en el tablero de un juego que no podemos entender. Tanta gente que viene y va. Rostros y nombres que se pierden en el tiempo y el espacio. Algunos permanecen más tiempo que otros. Algunos se quedan para siempre. Danza extraña de la memoria que trae rostros del pasado y los mezcla febrilmente con las sombras del presente. Y, mientras tanto, yo camino en silencio con las manos en los bolsillos y muchas ganas de tomar un café que termine de despertarme y aleje estas divagaciones matutinas.

No recuerdo bien cómo llegamos, y la verdad es que no importa mucho. Lo que importa es que estamos ahí. Para el propósito de esta divagación no importa quiénes seamos, basta con que sepas que me refiero a nosotros. Algún día, antes de que el núcleo del planeta se enfríe, finalmente me preguntaré a mí mismo por el significado de nuestra presencia, y esperaré una respuesta distinta a la que ya conozco, aunque dudo que la reciba.

Esta mañana no quiero hablar. Sólo quiero caminar un rato sobre el frío concreto antes de perderme en la niebla en busca del desayuno.

lunes, 25 de abril de 2011

2011-011

Ayer por la noche, alguien a quien no he visto en mucho tiempo me envió una foto de mi ex. Tal vez fue por accidente, tal vez a propósito. Nada especial en realidad. Nada oscuro ni peligroso. Nada más que una foto de ella sonriéndole a la cámara en algún lugar que no conozco.

Siempre tuve el temor, oculto detrás de una coraza, de haber estado equivocado, de no haberlo superado y finalmente desarmarme en el último instante. No sentí nada. No me congelé ni tuve otro de esos momentos de nostalgia, ni hubo vuelcos del corazón. Tampoco hubo odio, ni rencor. Nada. Cero. Y eso fue lo que más me sorprendió. Pasé mucho tiempo pensando que el día que la volviera a ver sería difícil y doloroso, pero al parecer pasé todo este tiempo preocupándome por nada. Vi la foto un par de veces, noté algunos detalles en su rostro. La misma mirada que recordaba. La misma sonrisa que recordaba. Incluso la misma chompa que casi perdimos en una tarde de primavera. La misma mujer, salvo algunos años y kilómetros de distancia. Y ya no siento nada por ella.

Al parecer la imagen era parte de una serie de fotos de mi ex y su nueva familia. Le mostré la foto a una amiga y después eliminé el correo sin ver las demás fotos. Ni siquiera sentí curiosidad. ¿Cómo pasó? ¿En qué momento logré finalmente sobreponerme? Tal vez nunca lo sepa, y quizás sea mejor así.

Este es un amanecer distinto.

domingo, 24 de abril de 2011

2011-010

Por segunda vez estoy retomando este experimento personal de escribir al menos doscientas cincuenta palabras cada día, sin ningún tema en particular. Espero que este tercer intento llegue hasta fin de año de forma más o menos estable.

La necesidad de crear no ha desaparecido ni ha disminuido, sólo se ha reorientado, aunque es un poco complicado determinar a dónde ha ido exactamente. He estado dibujando de forma intermitente, en papel y en la PC. También he estado escribiendo, aunque la mayor parte de las cosas que he escrito han terminado amontonadas en el disco duro, esperando el día en que finalmente decida poner algo de orden en esas carpetas llenas de archivos inconexos. Teniendo en cuenta que prácticamente vivo en un estado de vacaciones permanentes interrumpidas por breves periodos de trabajo, no tengo más excusa que atribuir la falta de productividad (o más bien, la dispersión de dicha productividad) a la siempre tentadora procrastinación.

Sea como sea, espero poder establecer una rutina estable de escritura esta vez, a diferencia de los intentos anteriores. Había pensando en tener un buffer también, más o menos de una semana para poder cubrirme a mí mismo en caso necesario, pero eso realmente atenta contra el propósito mismo de este proyecto personal. Tal vez sea una buena idea escribir un primer borrador en la mañana y luego limpiarlo un poco y publicar hacia el mediodía. Trataré de hacer eso por algunos días, si funciona lo mantendré, y si no funciona probaré algo más hasta encontrar algo que sí funcione.

viernes, 22 de abril de 2011

2011-009

Escrito alrededor de las 2.30am.

Algunas noches son particularmente jodidas. Cosas que se quedaron sin decir, cosas que se pudieron decir de otra forma, cosas que tal vez no se debieron decir. Cosas que quizás se pudieron evitar, pero no supe cómo. La sensación que queda después es una de frustración que se deriva de la impotencia de no haber hecho algo que de todas formas no sé cómo podría haber hecho. Quisiera, como John Constantine, encender un cigarrillo, lanzar un hechizo y perderme en las sombras, pero los hechizos tejidos con el humo de un cigarrillo son sólo metáforas para soluciones mas mundanas.

Creo que nunca aprendí a lidiar con eso. Después de pasar años atormentándome, mi solución práctica ha sido encerrarme en cosas que me ayuden a distraerme (lo cual ha terminado por convertirse en una adicción a los libros, comics y juegos de video). Aprendí a hacer a un lado esa frustración, pero no aprendí a lidiar con ella, mucho menos a evitarla. La verdad no estoy seguro si realmente quisiera aprender a hacerlo ahora. Tal vez sea que cada uno de nosotros tiene su propia forma de hacerlo, y la mía es enterrarla bajo una serie de aficiones. No lo sé.

Hora de cerrar la laptop y apagar la luz. La cabeza en la almohada, cerrar los ojos y esperar a que el cansancio o algo nos hagan caer en un sueño profundo que nos ayude a despejarnos un poco y nos permita ver la luz de la mañana. Hora de dormir.

jueves, 21 de abril de 2011

2011-008

Te veo alejarte y contengo la respiración a la espera de que dobles en la esquina. Te deslizas lentamente sobre el pavimento, una secuencia en cámara lenta y fluida. Y no puedo moverme. En silencio, al lado de una vereda desolada, no sé qué hacer. En mi mente, diagramas complejos que me permitirían enfrentar la situación y posibles variantes. Conozco el terreno, sé a dónde ir y a dónde no ir. Pero, en un instante, todo deja de tener sentido y no tengo la menor idea de cómo poner un pie delante del otro o cómo articular palabra. Tal vez estoy pensando demasiado las cosas. El cielo está oscuro y algo nublado. De pronto es una noche de invierno. No debería serlo. Otro salto en el tiempo. Al parecer sigues ahí, uno más de mis fantasmas. O quizás vivas en mi subconsciente, no lo sé. Un recuerdo convertido en fantasma que no quiere irse y se resiste. Veo tu cabello agitarse cuando tu sombra desaparece en la esquina. Quisiera poder despedirme, al menos hasta la próxima vez que decidas aparecer en medio de una noche tranquila.

Todo comienza a volver lentamente. El tiempo se mueve como si despertara de una siesta de media tarde en un sofá mullido. La veo alejarse con pasos rápidos en una fresca noche de otoño con un ligero viento agitando su cabello. Es tan distinta a ti. Y la situación es tan parecida que no deja de darme escalofríos cuando lo pienso. Siento que sonríes desde alguna parte.

miércoles, 20 de abril de 2011

2011-007

El año pasado fue bastante bueno.  Creo que renunciar a fines del 2009 fue una de las mejores decisiones de mi vida. Me fui realmente sin tener la certeza de que la aventura durase más que un mes. Duró cinco semanas, y después empezaron casi dos meses de no hacer nada y luego… luego todo cambió. Es curiosa la forma en que las cosas se fueron dando una tras otra casi sin darme cuenta. Un día, sin hacerme mayores ilusiones, empecé un nuevo trabajo. Al final del primer día había conocido personas que luego se volvieron parte importante de mi vida. De pronto, me sentí cómodo. No fue cuestión de encontrarle el gusto al trabajo, sino más bien de trabajar en algo que realmente me gusta. Y tuve la suerte de poder seguir haciéndolo incluso después de que el proyecto terminó y dejé de pasar casi 8 horas diarias en esa oficina. De pronto, encontré algo muy parecido a la felicidad.

Mi rutina ahora consiste básicamente en llenar las horas mientras espero el siguiente trabajo que me ayudará a seguir un tiempo más. Luego vienen las largas horas de traducción divididas en descargas de adrenalina alimentadas por café, música pesada y pausas cortas dedicadas a recuperar energía. Y luego volver a esperar.

La vida del traductor freelance puede ser algo complicada y difícil de entender, pero tiene muchas recompensas, la mayoría de las cuales sólo pueden ser apreciadas por el mismo traductor. Pero es una vida que realmente no quisiera cambiar.

martes, 19 de abril de 2011

2011-006

Anoche, mientras veía la luna desde el balcón del tercer piso, recordaba las noches heladas caminando cuesta abajo en medio de la nieve en uno de los mejores inviernos de mi vida. Extraño sentir el aire frío en la nariz, en los ojos y las orejas, los diminutos copos de nieve estrellándose contra mi frente y el eco del motor de un automóvil que se pierde en la distancia. Caminaba con una bolsa de comida en una mano y un enorme vaso de refresco en la otra, con la certeza de que lo mejor del día estaba por llegar. Horas interminables sentados en el suelo de un piso alquilado entre siete personas que apenas se conocían y que quizás nunca se volverían a ver. Horas comiendo pastel de manzana y tomando algo de Coca-Cola mientras hablábamos del mundo, el trabajo, las universidades, todo y nada. Incluso más que esos momentos, extraño toda la época.  Había menos preocupaciones. Menos responsabilidades. Sólo mis ataques de depresión solían arruinar algunas noches, pero en general era una época mejor, llena de nieve y tardes frente al televisor con un tazón de canchita con mantequilla.

Escuché a lo lejos la sirena de una ambulancia. La luna ya no se veía, oculta detrás de las nubes. El aire se sentía ligeramente frío anoche, y fue un cambio agradable aunque aún falta para el invierno. No sabes lo mucho que nuestras conversaciones me ayudaron a seguir adelante, y creo que nunca terminaré de agradecerte todas las veces que estuviste ahí para escucharme.

lunes, 18 de abril de 2011

2011-005

El cielo es hermoso aquí. Creo que no le presté mucha atención hasta que estuve en quinto de secundaria y empecé a pasar horas sentado a la sombra de un árbol que no he vuelto a visitar desde entonces, observando las nubes barridas por el viento. Creo que era otoño entonces. Algunos días eran difíciles, otros eran jodidos.

Hubo un tiempo en que quise ser exactamente igual a los demás. Dejar de ser distinto. Ser uno más del montón. Perderme entre la multitud. No me gustaba ser diferente, aunque realmente no podía evitarlo. Hasta que empecé a tomar las cosas como vienen y entendí que lo que no te mata realmente te hace más fuerte, de una forma u otra. Soy nerd y estoy orgulloso de serlo.

Casi nunca salgo los fines de semana. Prefiero quedarme en casa porque la mayoría de discotecas y bares me aburren, salvo algunas excepciones que  no visito con frecuencia justamente para poder disfrutarlos más. Me gustan los comics, el rock, la ciencia ficción, la fantasía épica y muchas otras cosas. Me siento igual de bien sudando en un moshpit, sentado en silencio en una biblioteca, jugando juegos de rol, desarmando mi PC o leyendo noticias con una taza de café en las manos. Me gusta el invierno, la neblina y los días de lluvia.

Para algunos soy una contradicción. Soy sincero conmigo mismo, y eso es lo importante. Y ahora puedo sentarme a ver un cielo azul con nubes barridas por el viento sin deprimirme.

domingo, 17 de abril de 2011

2011-004

Me he acostumbrado a las visitas semanales. A caminar algunas cuadras hasta la terminal bajo el sol que se rehúsa a partir aunque el otoño se lo pida con neblina. A pasar por la plaza y ver a las palomas. A dormir en el bus con los audífonos puestos para bloquear el ruido del exterior y despertar poco antes de llegar a la terminal. A las caminatas hasta la estación del Metropolitano. Al rumor de las personas conversando de sabe Dios qué cosa. A los recorridos por este centro comercial o el otro. A dar una vuelta por las tiendas de computadoras para ver si hay algo nuevo. A tomar un helado o una gaseosa mientras espero a alguien. A ver a la gente yendo de un lado a otro, envueltos todos en el zumbido común a las ciudades. A entrar al supermercado para comprar cosas que siempre faltan o se antojan a último momento. A las despedidas bajo el cielo ya oscuro y sin estrellas. A las luces de los autos mientras voy a la terminal para empezar el viaje de regreso. Al tráfico casi siempre pesado dentro de la ciudad. Al bamboleo del bus en la oscuridad de la carretera y las siluetas de los cerros recortadas contra la noche. A regresar a casa entre la fría brisa de la medianoche. A dormir sabiendo que la semana siguiente se repetirán casi las mismas cosas.

Me he acostumbrado a una rutina bastante agradable que quisiera conservar el mayor tiempo posible.

sábado, 16 de abril de 2011

2011-003

Nunca me he visto en la necesidad de buscar un  lugar para vivir. Viví toda la infancia y adolescencia con mi familia en casa de mi abuela, y en los últimos años de la universidad nos mudamos a otra casa más pequeña que antes habíamos tenido alquilada. Hace unos tres años nos volvimos a mudar, esta vez al edificio en el que antes mis papás tenían la farmacia. Posiblemente a principios de mayo nos mudemos a la nueva casa construida en el terreno que antes era la casa de mi abuela. En fin, la cosa es que, a pesar de todas estas mudanzas, nunca he tenido que buscar un lugar para vivir. Cuando viví en Lima estuve primero en una pensión que encontré de casualidad. Luego viví en casa de mi hermana (lo cual, por cierto, resultó ser uno de los peores errores que haya cometido en mi vida), pero en fin, es otro lugar que no tuve que buscar. Debo ser una de las pocas personas que no ha pasado por eso, y realmente me siento agradecido por ello.

Empecé a pensar en esto mientras hablaba con una amiga que hace un tiempo estuvo buscando una habitación con espacio suficiente para ella y su vida, y la verdad es que, aunque me esforcé, no logré realmente ponerme en su lugar. No tengo la menor idea de qué haría si tuviese que buscar una habitación o un departamento. Supongo que entraría en pánico y me hiperventilaría antes de empezar a buscar.

viernes, 15 de abril de 2011

2011-002

Estoy sentado en la azotea del edificio que ahora se alza donde antes estuviera la casa de mi abuela. Pocas cosas me gustan tanto como la tranquila sensación de sentarme sobre los baldes de pintura que trajeron en la mañana (supongo que para los muros de la sala o algo) y observar las nubes. Me gusta sentarme aquí después de pasar el día metido en el estudio en la otra casa. Me gusta estar aquí y no hacer realmente nada más que dejar que pase el tiempo como lo hacen las palomas que en el día parecen observar todo desde sus puestos habituales en los cables de teléfono. A veces traigo la laptop para escribir y aprovechar la tranquilidad de no tener cerca una conexión estable y desprotegida de la cual colgarme. Se siente raro… se siente bien estar desconectado del mundo por un rato, pensar que las cosas podrían moverse a la velocidad de caminata que tenían antes y no a la carrera frenética a la que todo se mueve ahora. Nostalgia alimentada por la sensación de estar sentado nueve metros por encima del lugar en el que me sentaba a ver televisión durante buena parte de mi vida.

La luna creciente se insinúa detrás de las nubes que empiezan a separase un poco para dejarla sonreír sobre los mortales. Un mensaje de texto llega a mi celular. Al otro lado de la calle, un gato negro se despereza en el techo. Hora de regresar a casa y al tiempo real.

jueves, 14 de abril de 2011

2011-001

Leyendo después de mucho tiempo lo que escribía en mi primer blog entre el 2004 y el 2006, me doy cuenta de que, si bien algunas cosas han cambiado, hay otras que siguen siendo casi las mismas, como si se resistieran firmemente a cambiar. Las crisis existenciales se detuvieron hace un tiempo, y felizmente no han vuelto con la gravedad de antes. Ya no paso horas y días enteros atormentándome por cambios en la dirección del viento, pues eso sólo complicaba las cosas innecesariamente. He aprendido a convertir el daño en experiencia, y a dejar que esa experiencia descanse tranquila en la mochila de recuerdos. Sobreviví y me hice más fuerte, supongo.

Sin embargo, como dije, hay algunas cosas que siguen siendo casi las mismas, y hay fantasmas que siguen dando vueltas, no importa lo que haga para deshacerme de ellos. Algunos han pasado a ser compañeros de viaje. Otros dan vueltas a mi alrededor de tiempo en tiempo, murmurando cosas que se quedaron sin decir.

Una vez más tengo la sensación de que las cosas no están saliendo como deberían. Una vez más escucho el lejano susurro diciéndome que si tengo paciencia todo saldrá como espero, que esta vez será distinto. Y surge casi al mismo tiempo otro susurro diciéndome que todo será exactamente igual que las veces anteriores, aunque espere el tiempo que espere. Una vez más no sé bien qué hacer.

Enciendo un cigarrillo y dejo que el humo me envuelva y dibuje figuras extrañas que se alzan hacia las nubes.