martes, 17 de abril de 2012

2012-002

Una de las primeras cosas que hago cuando recibo el pago por algún trabajo, prácticamente en cuanto el dinero está disponible, es comprar comida. Supongo que, de alguna forma inconsciente, lo hago como una forma de reafirmarme a mí mismo que ya pasó la época en que realmente teníamos que cuidar hasta lo que comíamos para poder estar seguros de llegar a fin de mes. O tal vez sea que siempre me ha parecido una buena idea celebrar las cosas con una comida, o comprando comida. O quizás sea una mezcla de todo. En fin. El punto es que una de las primeras cosas que hago al recibir un pago es comprar comida. Dependiendo de la cantidad recibida, y del momento, puede ser mi sánguche de pollo favorito, o un almuerzo familiar en el chifa, o aunque sea una barra de chocolate o un paquete de maní, pero siempre es comida. Y siempre es para celebrar.
No suelo hablar mucho de los malos momentos, y no es porque pretenda que nunca sucedieron, sino porque la mayor parte del tiempo no vale la pena mencionarlos. Pero algunas veces es necesario detenerse un momento, recordar, analizar, y tal vez encontrar en el pasado, incluyendo los malos momentos, algunas posibles explicaciones a nuestras manías, nuestras obsesiones y nuestros errores grandes y pequeños. Si bien el pasado no determina de forma exacta nuestro presente y futuro, sí ayuda a darnos forma, y revisarlo con la intención de aprender de él no es una mala idea.

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