jueves, 19 de abril de 2012

2012-004

Camino por un pasillo con el piso cubierto de frases que escuché antes pero ahora no puedo descifrar. Mis pasos no producen ruido alguno. Tampoco mi respiración. El aire se llena de destellos del futuro, ecos de luces por venir que lastiman la retina y se adhieren a la piel. Sonidos que rebotan en las paredes a mi alrededor, formando susurros extraños al borde del espectro auditivo. Una puerta que se abre de pronto en un siseo. Oleadas de silencio. Nubes de calma en un cielo púrpura salpicado de aves. La sensación de ser arrastrado por voces que aún no están allí. El contacto inesperado y violento de una palabra que se cuela entre el murmullo del destino.

En la oscuridad de mi habitación abro los ojos sin saber con certeza hacia dónde estoy viendo. Siento el leve pitido en los oídos que sólo puedo sentir cuando casi no hay ruido a mi alrededor. Estoy boca arriba en mi cama, la cabeza sobre la almohada y las sábanas me cubren hasta el pecho. Parece que todo está bien. Doy vueltas de un lado a otro mientras trato de recordar la voz y la palabra. Cierro los ojos y trato de regresar a este último instante, justo antes de despertar, pero es inútil. El cansancio puede más y me pierdo en otro sueño, completamente distinto, completamente olvidado ahora.

A veces trato de entender mis sueños y pesadillas. Otras veces, como esta, prefiero pensar que simplemente son cosas que pasan y eventualmente volverán a pasar.

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