El año pasado fue bastante bueno. Creo que renunciar a fines del 2009 fue una de las mejores decisiones de mi vida. Me fui realmente sin tener la certeza de que la aventura durase más que un mes. Duró cinco semanas, y después empezaron casi dos meses de no hacer nada y luego… luego todo cambió. Es curiosa la forma en que las cosas se fueron dando una tras otra casi sin darme cuenta. Un día, sin hacerme mayores ilusiones, empecé un nuevo trabajo. Al final del primer día había conocido personas que luego se volvieron parte importante de mi vida. De pronto, me sentí cómodo. No fue cuestión de encontrarle el gusto al trabajo, sino más bien de trabajar en algo que realmente me gusta. Y tuve la suerte de poder seguir haciéndolo incluso después de que el proyecto terminó y dejé de pasar casi 8 horas diarias en esa oficina. De pronto, encontré algo muy parecido a la felicidad.
Mi rutina ahora consiste básicamente en llenar las horas mientras espero el siguiente trabajo que me ayudará a seguir un tiempo más. Luego vienen las largas horas de traducción divididas en descargas de adrenalina alimentadas por café, música pesada y pausas cortas dedicadas a recuperar energía. Y luego volver a esperar.
La vida del traductor freelance puede ser algo complicada y difícil de entender, pero tiene muchas recompensas, la mayoría de las cuales sólo pueden ser apreciadas por el mismo traductor. Pero es una vida que realmente no quisiera cambiar.
1 comentario:
mi querido amigo, estoy siguiendo tu blog,me gusta y me inspira a seguir escribiendo en mi blog, te paso el link para que lo sapees tazzanita.blogspot.com
un besoteee
Joanna Larrea(la chata)
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