lunes, 9 de julio de 2012

2012-015

Camino por la habitación con los ojos entrecerrados, tratando de bloquear así los pocos rayos de sol que se cuelan entra las nubes gordas y felices. En algún momento de la época en que vivíamos en casa de mi abuela, aprendí a cambiarme casi a ciegas y sin hacer mucho ruido para no despertar a medio mundo después de haberme quedado leyendo hasta las tres o cuatro de la mañana sin haberme quitado la ropa del día anterior. Ahora lo hago porque me arden los ojos.

"Sólo voy a leer un par de páginas antes de dormir" y cuando me di cuenta ya habían pasado dos horas y media, y creo que hubiese seguido de largo hasta salir el sol de no ser porque mi lámpara parpadeó y me distrajo. No es la primera vez que me pasa, ni será la última tampoco (al menos en un buen tiempo), y la verdad es que, a pesar del ardor en los ojos, no me arrepiento para nada. A tientas estiro la mano hacia el velador para encontrar las gotas que reducirán, al menos por un rato, la sensación de tener los ojos llenos de arena. En el camino los dedos tropiezan con los anteojos, el libro, el celular, la lámpara.

Finalmente abro los ojos y me dejo llevar por la corriente del nuevo día. Sobre el escritorio, la pila de libros por leer sigue regenerándose aunque aún le falte mucho para terminar. Una taza de café recién colado me da la bienvenida.

viernes, 29 de junio de 2012

2012-014

Siento el timbre del celular y veo en la pantalla una razón para sonreír. Para ser sinceros, muchas veces me has dado razones para lanzar el teléfono por la ventana o patear la silla, pero al final las cosas terminan bien. Sobre todo en los últimos meses. Temas conocidos y temas nuevos. Situaciones distintas pero con muchas coincidencias. La conversación eterna, reinventada y recibida como nueva porque realmente lo es aunque no lo parezca.
Mientras conversamos me tumbo en la cama y mi mente vuela sobre fragmentos de conversaciones incompletas que se fueron quedando atrás por esto o aquello (o eso y lo otro también) y ahora permanecen en el limbo de las cosas que se quedaron sin decir. Tal vez no haga falta decirlas ya. O tal vez se digan más adelante. O quizás ya se hayan dicho, aunque de otra forma y sin darnos cuenta. Sonidos y lugares vienen en una espiral hipnótica. Mesas en varios cafés. Una sala. Un parque. Risas. Pasillos. Centros comerciales. Música. Un par de restaurantes. Nuestra conversación continua en paralelo, pausada y serena, aunque pasamos de un tema a otro con facilidad, como siempre.
Cuelgo el teléfono después de una hora y diez minutos. Una vez más el tiempo ha vuelto a sorprendernos. Debería estar durmiendo ya, pero no importa porque valió la pena. Dejo mis lentes y el celular en el velador, sobre un libro que siempre olvido devolver a su lugar. Cierro los ojos y me dejo llevar por la corriente.

jueves, 28 de junio de 2012

2012-013

Ligera llovizna en una noche de otoño bastante agradable y algo tranquila. Una taza de té mientras leo algunas noticias del día, respondo un par de mensajes y hago una lista de las cosas que tengo por hacer mañana. A veces me sorprende a mí mismo la forma en que he aprendido a organizarme en los últimos años, aunque muchas de mis cosas todavía sieguen siendo un verdadero caos, pero supongo que una cierta cantidad de caos es siempre necesaria para mantener el equilibrio.

Siempre me ha gustado la idea de vivir entre dos ciudades. Puede ser un poco complicado algunas veces, pero me parece una buena forma de mantener el contacto con ambos lugares y tener una perspectiva distinta de las cosas. Es distinto a "cambiar de aire" por unos días y luego volver a la ciudad en la que uno vive, es mas bien tener una parte de la vida en cada una de esas ciudades y pasar de una a la otra según el día o el momento. Es más o menos lo que hice durante los años en la universidad y en los trabajos que tuve después (aunque en esa época era casi como si la carretera fuera realmente mi hogar y todo lo demás fuesen paradas temporales), y es lo que quisiera volver a hacer en cuanto sea posible.

Ya es hora de cerrar todo, apagar las luces e irme a dormir por unas horas. Y mañana a terminar de hacer los últimos arreglos para los próximos dos días.

miércoles, 27 de junio de 2012

2012-012

Algunas veces queremos mucho que algo suceda, y al final no sucede nunca. A veces las cosas suceden sin que nos demos cuenta. Sea el destino o cómo se le quiera llamar, el universo de vez en cuando parece conspirar para que las cosas salgan de una determinada forma. Y algunas veces el universo decide lanzarnos algo que jamás hubiésemos esperado. Y decide hacerlo un par de veces seguidas en una secuencia que sólo el infinito sabe cuándo empezó y cuándo terminará.

Lo sé, pequeño fantasma que susurras en mi oído y cantas las historias de mis épocas pasadas. Escucho tus canciones, pequeño fantasma, y cargo las cadenas de ese otro que vino para quedarse. Lo sé. No teman. No olvido. Aprendo. Y sigo adelante. Existe un antes y un después de las sorpresas del destino (universo o lo que sea), para bien o para mal, y lo sabemos dentro de nosotros sin importar si los demás pueden notarlo. Y si no lo sabemos, no importa: el universo lo sabe.

Las cosas siguen siendo las mismas y el clima sigue cambiando. Hay una cierta magia en el atardecer, algo que parece bailar entre las nubes. Observo mi reflejo en la ventana y le dirijo una sonrisa y un cabeceo. Enciendo un cigarrillo para que el humo lleve el mensaje atrás en el tiempo. Sí funciona, yo de hace una semana. Tal vez no de la forma en que piensas, y tal vez demore mucho más de lo que crees, pero sí funciona.

martes, 26 de junio de 2012

2012-011

El día amaneció algo frío y un poco gris, bastante agradable en realidad, y una muy buena razón para tomar una taza de café viendo las nubes (como si realmente hiciese falta una razón para eso). La combinación me trae recuerdo de otro otoño, cuando las cosas eran bastante distintas. A veces extraño algunas cosas que deje atrás en los últimos diez años. También a algunas personas que quedaron en el camino, algunas por voluntad propia, otras porque era necesario, y otras sin más razón que los cambios en el tiempo, la distancia y la forma inmisericorde en que ambos suelen confabular. A lo lejos escucho una risa que se parece mucho a la de alguien a quien extraño a pesar del contacto frecuente. Tal vez sea que una parte de mí todavía no despierta a pesar del café y el viento fresco.

Nuestras conversaciones están convirtiéndose nuevamente en una costumbre bastante agradable. Creo que nunca debieron dejar de serlo, aunque aparentemente el universo pensó que era mejor que hiciésemos una pausa bastante prolongada antes de retomar las viejas conversaciones o empezar algunas nuevas. Fue extraña la forma en que nos separamos, y más aún la forma en que un buen día nos volvimos a encontrar y no nos hemos alejado mucho desde entonces.

Me gustan las llamadas inesperadas, siempre y cuando sean en el momento adecuado y no se conviertan en llamadas incómodas. No, este párrafo probablemente no tenga nada que ver con los anteriores, pero eso no importa.

lunes, 25 de junio de 2012

2012-010

Apagué todo en un instante, llené las cosas en la mochila mientras terminaba de ponerme la sudadera y asegurarme de no olvidar nada en el escritorio. La sensación de que este viaje podría haber esperado hasta la próxima semana o al menos hasta el sábado. Pero algo se podía hacer para que el viaje valiera la pena. Además, claro, de comprar un nuevo monitor. Envié algunos mensajes antes de salir.

Después de seis años de servicio y de haber recibido probablemente más uso diario del que había sido calculado por el fabricante, mi fiel monitor ViewSonic VA703b decidió que la tarde de un jueves, faltando dos horas para terminar mi turno y con mucho trabajo freelance aún por hacer (y sin mucho tiempo para perder), era el mejor momento para dejar de funcionar. Al menos no fue a media noche del día antes de entregar el trabajo. Al menos sucedió cuando tengo los medios para comprar un reemplazo sin perder mucho tiempo, aunque tenga que pagarlo en cómodas cuotas hasta quién sabe cuándo. Y al menos pude ver a algunos amigos.

Regresé a casa agotado, pero con la sensación de que a pesar de todo, la tarde había valido la pena. Gracias por haber estado ahí, aunque fuese sólo un momento y los planes hechos a último minuto no salieran como hubiésemos querido. El nuevo monitor sonríe desde el escritorio. El monitor antiguo descansa ahora en el aparador, a la espera de una oportunidad para regresar al escritorio, tal vez como secundario.

sábado, 23 de junio de 2012

2012-009

Recostarme en un sofá o sillón cómodo (o en mi cama) para leer, aunque sea por media hora, es una de las mejores formas de relajarme que he encontrado hasta ahora. Mejor aún si puedo ponerme los audífonos y escuchar algo que me ayude a aislarme del mundo. Olvidar las cosas a mi alrededor, los asuntos del trabajo, el estrés del día, encerrarme en una burbuja por unos minutos. Un vaso de limonada en medio del calor infernal del verano, o una taza de café para entibiar la tarde de invierno.

Recuerdos de un pueblo cubierto de nieve y una librería de viejo que me quedaba a mitad de camino al trabajo, cerca a la juguetería y al lado de otra librería mas convencional. Un delicioso olor mezcla de café, madera, tabaco y libros viejos. Una ventana enorme, mesas, sillas, un par de mecedoras y una lámpara enorme colgada de una viga. El viento helado en mi cuello. Las ganas de no llegar al trabajo ese día, comprar un libro cualquiera y pasar el día entero allí, envuelto en esa sensación intemporal en un pequeño pueblo perdido en las montañas. Algún día, en el futuro no tan cercano, podré cruzar medio mundo para volver a caminar por esa calle y ver si todavía sigue ahí con su piso de madera y el techo a dos aguas.

Dejo el libro en el velador para terminar de leerlo mañana y luego empezar con el siguiente libro en la pila que parece crecer espontáneamente de tiempo en tiempo.

viernes, 22 de junio de 2012

2012-008

Y entonces, sin avisar, el trabajo decide interrumpir los planes que habías hecho, y no te queda más que aceptar la interrupción, abrazarla y acomodarte para poder seguir adelante. Chamba es chamba. Después de todo, de algún lado tiene que salir el dinero necesario para poder seguir viviendo, y mejor que sea dinero legal para evitar complicaciones en el futuro. Y algunas veces, sin embargo, es la vida la que interrumpe tus planes de trabajo, sin avisar pero con buena intención.

¿De qué escribes? La pregunta sale de pronto, impulsada por la curiosidad de saber qué es lo que hago aquí golpeteando las teclas y construyendo una frase tras otra. Escribo de lo que sea, amiga mía. Es terapia. Catarsis. No sé realmente. Escribo porque me gusta, aunque esa no es la respuesta a tu pregunta, y no siempre escribo de las cosas que me gustan. Ideas sueltas, cosas de todos los días, cosas que pasan una vez a las quinientas, cosas que no pasan nunca, todas son buenas razones para poner una palabra al lado de otra. Dar las gracias por algo. Exorcizar algunos demonios. Conversar con mis fantasmas. El placer de crear.

La taza en el escritorio llena el estudio con una mezcla de manzanilla, anís y valeriana (o al menos creo que es valeriana, nunca supe realmente qué cosa venía en esa infusión). Me hablas de tus cosas con una serenidad que no habías tenido antes, y siento que has crecido. Y me siento orgulloso de ti.

lunes, 23 de abril de 2012

2012-007

Cierro los ojos por un instante y siento que todo está bien y las cosas han vuelto a su lugar, cualquiera que este haya sido antes. Abro los ojos y observo el vuelo errático de una polilla alrededor de un poste de luz. Es de noche y el viento fresco es una bendición después del calor insoportable que nos atormentó desde la mañana hasta que finalmente encontramos un lugar que tenia justo lo que necesitábamos. Las luces trazan sombras curiosas. Un coro de grillos en una casa que da la impresión de estar abandonada pero se traiciona con la luz de una pantalla de televisión a través de una ventana en el segundo piso. El recuerdo de una gata negra que solía observarme desde los arbustos y de pronto desapareció. Escucho el eco de conversaciones lejanas, quizás presentes o quizás sólo sombras del pasado. El frío cemento familiar bajo mis pies.

¿Realmente me fui de aquí? Los recuerdos me acompañaron todo ese tiempo, a pesar de todo, y estuve más o menos al tanto de algunas cosas y seguí en contacto de alguna forma, aunque no con la frecuencia de antes.

Me gusta fumar mientras camino y me dejo llevar por los recuerdos y las sensaciones a mi alrededor. Llegar a la avenida. Perderme en el tráfico. Navegar entre la multitud para comprar algo de comer para el regreso a casa. El camino conocido con un cigarrillo en los labios y las líneas de humo trazando símbolos extraños detrás de mí.

sábado, 21 de abril de 2012

2012-006

Creo que en nunca terminamos de acostumbrarnos mucho a la idea del paso del tiempo, y así los días y los meses siempre terminan por sorprendernos, y antes de que nos demos cuenta un año más ha pasado y recibimos el nuevo año con la misma sorpresa con que recibimos el anterior y los que estuvieron antes de ese, y así recibiremos también a los que inevitablemente vendrán después. Tenemos relojes y calendarios, y los tenemos por todos lados, pero de todas formas el tiempo se nos escapa y nos sigue sorprendiendo. Un día despertamos recordando con nostalgia cosas que aún podemos ver frescas en nuestras mentes pero en realidad pasaron hace un año o más, y nos sorprende darnos cuenta de que el tiempo realmente pasa sin que podamos evitarlo.

¿De dónde vino todo eso? No tengo la menor idea. Es sólo algo que surgió de pronto mientras terminaba de responder un correo enviado por alguien a quien no he visto hace ya demasiado tiempo.

El viento fresco se cuela por el balcón y agita ligeramente las hojas de un cuaderno abandonado en una esquina del escritorio. Trae recuerdos de otro cuaderno, casi en la misma posición, hace alrededor de seis años, cuando las cosas empezaban a cambiar para mejor. El humo de un cigarrillo para completar el hechizo que aprendimos a medias en una calle hace tanto ya. Me pregunto si aún lo recordarás o si lo habrás olvidado. La respuesta llega en una hoja de ficus que el viento arrastra hacia el infinito. Sonrío.

viernes, 20 de abril de 2012

2012-005

No estoy seguro, realmente, de en qué momento empecé a escribir. Es decir, sé que empecé a escribir este post en particular hace alrededor de dos minutos, en una noche de verano en la que, a pesar de que últimamente la temperatura ha bajado por las noches, hace más calor del que debería. O tal vez sea sólo que en mi cuarto hace calor. En fin. El asunto al que iba es que no recuerdo bien en qué momento me entró el gusto por escribir. Recuerdo que cuando era pequeño jugaba en la vieja Remington Quiet-Riter de mamá, pero en ese momento era más que nada jugar a producir ruidos golpeando las teclas y ver cómo aparecían letras en las hojas de papel. Quisiera atribuirle el gusto por la escritura a ese recuerdo casi mágico de las palabras formadas por el golpeteo de las teclas, pero eso sería ignorar por completo todos los cuadernos en los que garrapateaba historias cortas y no tan cortas casi desde que empecé la secundaria. Tal vez fuese el aburrimiento que me empezó a embargar en el último año de primaria, cuando todo empezó a parecerme soso, redundante y sofocante. Quizás, como me dijo una amiga, sea sólo que soy piscis y me siento creativo, aunque yo preferiría no atribuirle esto a la posición de las estrellas.

Sea como fuere, cada vez me siento más fascinado con la forma en que las palabras fluyen en un monitor a través de un teclado o sobre una hoja de papel a través de un lapicero (o lápiz).

jueves, 19 de abril de 2012

2012-004

Camino por un pasillo con el piso cubierto de frases que escuché antes pero ahora no puedo descifrar. Mis pasos no producen ruido alguno. Tampoco mi respiración. El aire se llena de destellos del futuro, ecos de luces por venir que lastiman la retina y se adhieren a la piel. Sonidos que rebotan en las paredes a mi alrededor, formando susurros extraños al borde del espectro auditivo. Una puerta que se abre de pronto en un siseo. Oleadas de silencio. Nubes de calma en un cielo púrpura salpicado de aves. La sensación de ser arrastrado por voces que aún no están allí. El contacto inesperado y violento de una palabra que se cuela entre el murmullo del destino.

En la oscuridad de mi habitación abro los ojos sin saber con certeza hacia dónde estoy viendo. Siento el leve pitido en los oídos que sólo puedo sentir cuando casi no hay ruido a mi alrededor. Estoy boca arriba en mi cama, la cabeza sobre la almohada y las sábanas me cubren hasta el pecho. Parece que todo está bien. Doy vueltas de un lado a otro mientras trato de recordar la voz y la palabra. Cierro los ojos y trato de regresar a este último instante, justo antes de despertar, pero es inútil. El cansancio puede más y me pierdo en otro sueño, completamente distinto, completamente olvidado ahora.

A veces trato de entender mis sueños y pesadillas. Otras veces, como esta, prefiero pensar que simplemente son cosas que pasan y eventualmente volverán a pasar.

miércoles, 18 de abril de 2012

2012-003

¿Dónde estarán esos dos personajes que dejé abandonados en un parque hace ya dos años y medio? ¿Seguirán ahí, congelados en el tiempo, esperando a que finalmente termine de garabatear esa hoja en la que estaba tratando de resolver la historia mediante una serie de gráficos e ideas inconexas? ¿O se habrán cansado de esperarme y habrán seguido sus propios caminos, desconocidos para mí? Es hora de averiguarlo, y eso haré en los próximos días, aunque aún no estoy muy seguro de que alguien más lo llegue a saber. Lo que significa que este espacio podría llenarse con esa historia algo lenta y extraña que quedó a medias.

Siguiendo algunos consejos (no todos dirigidos a mí, pero siempre se puede aprender algo de las cosas que le aconsejan a otros), he vuelto a escribir. Just for the fuck of it. Sin más meta que tratar de poner doscientas cincuenta palabras en un post al final del día. O al comienzo del día. O en algún momento durante el día cuando pueda completar las doscientas cincuenta palabras y no quedarme varado en el intento, contemplando una página (o pantalla, da igual) casi en blanco y con tan sólo algunas palabras salpicadas por ahí. Al menos trataré de que sea una serie de ideas completas.

Algunas veces el simple hecho de leer provoca escribir. Aunque no salga como uno quiere que salga. Aunque no sea ni la mitad de lo que uno espera que sea. Pero es algo, y siempre se empieza por algo.

martes, 17 de abril de 2012

2012-002

Una de las primeras cosas que hago cuando recibo el pago por algún trabajo, prácticamente en cuanto el dinero está disponible, es comprar comida. Supongo que, de alguna forma inconsciente, lo hago como una forma de reafirmarme a mí mismo que ya pasó la época en que realmente teníamos que cuidar hasta lo que comíamos para poder estar seguros de llegar a fin de mes. O tal vez sea que siempre me ha parecido una buena idea celebrar las cosas con una comida, o comprando comida. O quizás sea una mezcla de todo. En fin. El punto es que una de las primeras cosas que hago al recibir un pago es comprar comida. Dependiendo de la cantidad recibida, y del momento, puede ser mi sánguche de pollo favorito, o un almuerzo familiar en el chifa, o aunque sea una barra de chocolate o un paquete de maní, pero siempre es comida. Y siempre es para celebrar.
No suelo hablar mucho de los malos momentos, y no es porque pretenda que nunca sucedieron, sino porque la mayor parte del tiempo no vale la pena mencionarlos. Pero algunas veces es necesario detenerse un momento, recordar, analizar, y tal vez encontrar en el pasado, incluyendo los malos momentos, algunas posibles explicaciones a nuestras manías, nuestras obsesiones y nuestros errores grandes y pequeños. Si bien el pasado no determina de forma exacta nuestro presente y futuro, sí ayuda a darnos forma, y revisarlo con la intención de aprender de él no es una mala idea.

lunes, 16 de abril de 2012

2012-001

Los últimos días del verano, al menos los que en teoría eran los últimos, empezaron a llevarse algunas cosas, entre ellas el calor insoportable (aunque aún quedaron rezagos, pero al menos las tardes y las noches ya son más tolerables; de todas formas sigo extrañando el invierno). Otra cosa que empezó a irse fue este aislamiento parcial más o menos voluntario de los últimos tres meses. "Parcial" porque no estuve aislado del todo, sino que mantuve contacto con el mundo exterior por diversos medios y seguí saliendo de vez en cuando a ver a algunos amigos, o de compras, o a comer un helado para sobrevivir al calor infernal. "Más o menos voluntario" porque, si bien me lo impuse yo mismo, no todo fue por voluntad propia: los horarios de trabajo cortaron algunos lazos, aunque no del todo; eventos inesperados cancelaron algunas (muchas) salidas. El calor insoportable también me obligó a buscar refugio al lado del ventilador.
Retomar viejas costumbres. Abrir cajas amontonadas en una esquina del estudio. Encontrar el tiempo para cosas que habían ido quedando de lado por diversas razones. Recorrer calles que los pies recuerdan de memoria. Visitas cortas. Pasos. Voces. Sonrisas. Ecos. Silencios. Caminatas largas. Planes y más planes. Siempre es bueno verte, aunque sea de vez en cuando.
Camino de regreso bajo un cielo tachonado de estrellas. A lo lejos un par de nubes rollizas anuncian una corta lluvia dentro de algunas horas. El viento fresco arrastra a mi lado una pequeña flor. Enciendo un cigarrillo.