Algunas veces queremos mucho que algo suceda, y al final no sucede nunca. A veces las cosas suceden sin que nos demos cuenta. Sea el destino o cómo se le quiera llamar, el universo de vez en cuando parece conspirar para que las cosas salgan de una determinada forma. Y algunas veces el universo decide lanzarnos algo que jamás hubiésemos esperado. Y decide hacerlo un par de veces seguidas en una secuencia que sólo el infinito sabe cuándo empezó y cuándo terminará.
Lo sé, pequeño fantasma que susurras en mi oído y cantas las historias de mis épocas pasadas. Escucho tus canciones, pequeño fantasma, y cargo las cadenas de ese otro que vino para quedarse. Lo sé. No teman. No olvido. Aprendo. Y sigo adelante. Existe un antes y un después de las sorpresas del destino (universo o lo que sea), para bien o para mal, y lo sabemos dentro de nosotros sin importar si los demás pueden notarlo. Y si no lo sabemos, no importa: el universo lo sabe.
Las cosas siguen siendo las mismas y el clima sigue cambiando. Hay una cierta magia en el atardecer, algo que parece bailar entre las nubes. Observo mi reflejo en la ventana y le dirijo una sonrisa y un cabeceo. Enciendo un cigarrillo para que el humo lleve el mensaje atrás en el tiempo. Sí funciona, yo de hace una semana. Tal vez no de la forma en que piensas, y tal vez demore mucho más de lo que crees, pero sí funciona.
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