El día amaneció algo frío y un poco gris, bastante agradable en realidad, y una muy buena razón para tomar una taza de café viendo las nubes (como si realmente hiciese falta una razón para eso). La combinación me trae recuerdo de otro otoño, cuando las cosas eran bastante distintas. A veces extraño algunas cosas que deje atrás en los últimos diez años. También a algunas personas que quedaron en el camino, algunas por voluntad propia, otras porque era necesario, y otras sin más razón que los cambios en el tiempo, la distancia y la forma inmisericorde en que ambos suelen confabular. A lo lejos escucho una risa que se parece mucho a la de alguien a quien extraño a pesar del contacto frecuente. Tal vez sea que una parte de mí todavía no despierta a pesar del café y el viento fresco.
Nuestras conversaciones están convirtiéndose nuevamente en una costumbre bastante agradable. Creo que nunca debieron dejar de serlo, aunque aparentemente el universo pensó que era mejor que hiciésemos una pausa bastante prolongada antes de retomar las viejas conversaciones o empezar algunas nuevas. Fue extraña la forma en que nos separamos, y más aún la forma en que un buen día nos volvimos a encontrar y no nos hemos alejado mucho desde entonces.
Me gustan las llamadas inesperadas, siempre y cuando sean en el momento adecuado y no se conviertan en llamadas incómodas. No, este párrafo probablemente no tenga nada que ver con los anteriores, pero eso no importa.
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