martes, 5 de mayo de 2009

#101

Bajo del bus y me pongo la capucha sobre la cabeza para protegerme de las oleadas de frío que por momentos cruzan la noche como fantasmas. Nuevamente la sensación extraña de la ausencia de magia que en realidad es sólo la indicación de la magia remanente en esa esquina. Esta noche no hay neblina, pero eso no significa que vaya a ser una noche tranquila. Detrás de mi empieza a crecer la visión que en un instante me rodea, apenas una brisa para aquellos que pasan a mi lado. Las veo claramente. Líneas que se dibujan sobre la realidad para llevarme a esos días ahora perdidos para siempre junto con el olor de una noche de verano pasada la medianoche. Me acomodo la capucha y meto las manos en los bolsillos. Cierro los ojos y empiezo a caminar entre los recuerdos que se superponen a la realidad. Un gato me observa desde el callejón que comparte con un perro. Lo veo mover las orejas y pasear los ojos sobre mí y a mi alrededor, luego se echa sobre sus patas para cubrirse del frío. El puede verlo también, después de todo los gatos pueden ver cosas que los humanos no podemos. Sigo mi camino sin prestarle más atención. El olor de la comida llena mis pulmones pero no despeja, sino que extiende aún más la bruma sobrenatural de los recuerdos. No pensé que esta magia residual pudiera afectarme. No es la primera vez que me equivoco, y ya he pagado por esos errores. Por ahora necesito un cigarrillo.

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