Poco más de doscientos años atrás, cuando los humanos apenas empezaban a colonizar la Luna, Marte era poco más que un interminable desierto rojo con vestigios de agua bajo la superficie. Los humanos habían empezado a colonizar las profundidades del mar de la Tierra, no sólo para explotar los recursos de las profundidades, sino para probar materiales, métodos y estrategias que pudieran funcionar en el espacio. Entonces alguien descubrió la forma de crear una atmósfera artificial en la Luna, y la humanidad no tardó mucho en aplicar en los cráteres las técnicas de terraformación que habían sido usadas en los desiertos de la Tierra. Esto permitió que las ciudades lunares abrieran sus domos, y se expandieran hasta cubrir toda la superficie lunar. Las primeras colonias orbitales en Marte empezaban a evaluar la posibilidad de terraformar el desierto rojo para establecer colonias permanentes en la superficie que luego servirían como punto de partida a las misiones que finalmente permitirían explorar el cinturón de asteroides. Poco después una sonda descubrió accidentalmente un agujero de gusano en órbita estacionaria alrededor de Marte. La sonda apareció en la órbita de Júpiter pocos segundos después. Los depósitos de mineral en Io y Europa, y la posibilidad de evitar el cinturón de asteroides, atrajeron a las grandes corporaciones mineras, y las fuertes inversiones ayudaron a encontrar la forma de convertir el agujero de gusano en un método estable y seguro para transportar minerales, equipo y trabajadores. Así, en poco más de doscientos años, la humanidad se expandió por casi todos los lugares medianamente habitables del sistema solar.
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