miércoles, 28 de enero de 2015

2015.006

Una sacudida me despierta cuando el bus está entrando a la ciudad. Quizás un bache, hay suficientes en la carretera como para llenar toda las calles de Huaral, de no ser porque ya están llenas de baches. Entre las luces de los postes me parece ver algunas sombras conocidas, aunque quizás se trate sólo de un par de fantasmas. Ha sucedido antes (y espero que no vuelva a suceder, realmente no tengo mayor interés en conversar con fantasmas a menos que sea alguno que yo mismo invoque).
Salir del bus suele ser una experiencia algo incómoda en otoño e invierno cuando el bus es casi un horno, el aire afuera está mucho más frío y las ráfagas de viento se cuelan por el cuello de la camiseta y los puños de la polera buscando la piel para llevarse el calor. Y, sin embargo, prefiero esa sensación en vez del aire hirviente del verano que ahora parece cocinarme como si al bajar del bus entrase en un horno más grande.
Definitivamente va a llover esta noche. Será motivo para tomar un poco de ramen y ver televisión por un rato. Tal vez también un vaso de té helado y ese trozo de pie de manzana que tengo en el refrigerador, y después un par de páginas (o decenas de páginas) antes de dormir. Por mientras meteré las manos en los bolsillos. Siouxsie susurra en mis audífonos mientras camino de regreso a casa en medio de una ligera neblina. Lala lala lalala.

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