lunes, 22 de junio de 2009

#116

Normalmente no me agrada la idea de salir a comprar comida en mi hora de almuerzo, principalmente porque pierdo demasiado tiempo en ir hasta el supermercado y comprar algo, pero algunas veces agradezco la oportunidad de alejarme un poco del ruido y despejarme la mente comiendo en silencio mientras observo a lo lejos el estante de verduras. No es que haya algo especialmente filosófico en el estante de verduras, sino que observarlo me permite no pensar en nada por un rato.

Por lo general no me gusta comer solo, al menos a la hora de almuerzo. Me he acostumbrado a las conversaciones que surgen entre, alrededor y sobre platos de comida, y las que vienen después de la comida. Al menos así han sido siempre las cosas en casa, y he tratado de llevar eso a todas las otras mesas que he tenido oportunidad de compartir hasta ahora, aunque algunas veces me cueste trabajo iniciar la conversación. Claro que también han habido muchas ocasiones en las que he preferido permanecer en silencio y he llegado a desear que la gente a mi alrededor comiese sin decir nada, sobre todo cuando de pronto me veo asediado por personas totalmente incapaces de leer entrelíneas y entender que quiero que me dejen solo.

Hoy fue uno de esos días en los que preferí pasar la mayor parte del tiempo conmigo mismo, así que ir al supermercado alivio la frustración producida por el hecho de que el catering olvidara mi almuerzo una vez más.


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