lunes, 23 de abril de 2012

2012-007

Cierro los ojos por un instante y siento que todo está bien y las cosas han vuelto a su lugar, cualquiera que este haya sido antes. Abro los ojos y observo el vuelo errático de una polilla alrededor de un poste de luz. Es de noche y el viento fresco es una bendición después del calor insoportable que nos atormentó desde la mañana hasta que finalmente encontramos un lugar que tenia justo lo que necesitábamos. Las luces trazan sombras curiosas. Un coro de grillos en una casa que da la impresión de estar abandonada pero se traiciona con la luz de una pantalla de televisión a través de una ventana en el segundo piso. El recuerdo de una gata negra que solía observarme desde los arbustos y de pronto desapareció. Escucho el eco de conversaciones lejanas, quizás presentes o quizás sólo sombras del pasado. El frío cemento familiar bajo mis pies.

¿Realmente me fui de aquí? Los recuerdos me acompañaron todo ese tiempo, a pesar de todo, y estuve más o menos al tanto de algunas cosas y seguí en contacto de alguna forma, aunque no con la frecuencia de antes.

Me gusta fumar mientras camino y me dejo llevar por los recuerdos y las sensaciones a mi alrededor. Llegar a la avenida. Perderme en el tráfico. Navegar entre la multitud para comprar algo de comer para el regreso a casa. El camino conocido con un cigarrillo en los labios y las líneas de humo trazando símbolos extraños detrás de mí.

sábado, 21 de abril de 2012

2012-006

Creo que en nunca terminamos de acostumbrarnos mucho a la idea del paso del tiempo, y así los días y los meses siempre terminan por sorprendernos, y antes de que nos demos cuenta un año más ha pasado y recibimos el nuevo año con la misma sorpresa con que recibimos el anterior y los que estuvieron antes de ese, y así recibiremos también a los que inevitablemente vendrán después. Tenemos relojes y calendarios, y los tenemos por todos lados, pero de todas formas el tiempo se nos escapa y nos sigue sorprendiendo. Un día despertamos recordando con nostalgia cosas que aún podemos ver frescas en nuestras mentes pero en realidad pasaron hace un año o más, y nos sorprende darnos cuenta de que el tiempo realmente pasa sin que podamos evitarlo.

¿De dónde vino todo eso? No tengo la menor idea. Es sólo algo que surgió de pronto mientras terminaba de responder un correo enviado por alguien a quien no he visto hace ya demasiado tiempo.

El viento fresco se cuela por el balcón y agita ligeramente las hojas de un cuaderno abandonado en una esquina del escritorio. Trae recuerdos de otro cuaderno, casi en la misma posición, hace alrededor de seis años, cuando las cosas empezaban a cambiar para mejor. El humo de un cigarrillo para completar el hechizo que aprendimos a medias en una calle hace tanto ya. Me pregunto si aún lo recordarás o si lo habrás olvidado. La respuesta llega en una hoja de ficus que el viento arrastra hacia el infinito. Sonrío.

viernes, 20 de abril de 2012

2012-005

No estoy seguro, realmente, de en qué momento empecé a escribir. Es decir, sé que empecé a escribir este post en particular hace alrededor de dos minutos, en una noche de verano en la que, a pesar de que últimamente la temperatura ha bajado por las noches, hace más calor del que debería. O tal vez sea sólo que en mi cuarto hace calor. En fin. El asunto al que iba es que no recuerdo bien en qué momento me entró el gusto por escribir. Recuerdo que cuando era pequeño jugaba en la vieja Remington Quiet-Riter de mamá, pero en ese momento era más que nada jugar a producir ruidos golpeando las teclas y ver cómo aparecían letras en las hojas de papel. Quisiera atribuirle el gusto por la escritura a ese recuerdo casi mágico de las palabras formadas por el golpeteo de las teclas, pero eso sería ignorar por completo todos los cuadernos en los que garrapateaba historias cortas y no tan cortas casi desde que empecé la secundaria. Tal vez fuese el aburrimiento que me empezó a embargar en el último año de primaria, cuando todo empezó a parecerme soso, redundante y sofocante. Quizás, como me dijo una amiga, sea sólo que soy piscis y me siento creativo, aunque yo preferiría no atribuirle esto a la posición de las estrellas.

Sea como fuere, cada vez me siento más fascinado con la forma en que las palabras fluyen en un monitor a través de un teclado o sobre una hoja de papel a través de un lapicero (o lápiz).

jueves, 19 de abril de 2012

2012-004

Camino por un pasillo con el piso cubierto de frases que escuché antes pero ahora no puedo descifrar. Mis pasos no producen ruido alguno. Tampoco mi respiración. El aire se llena de destellos del futuro, ecos de luces por venir que lastiman la retina y se adhieren a la piel. Sonidos que rebotan en las paredes a mi alrededor, formando susurros extraños al borde del espectro auditivo. Una puerta que se abre de pronto en un siseo. Oleadas de silencio. Nubes de calma en un cielo púrpura salpicado de aves. La sensación de ser arrastrado por voces que aún no están allí. El contacto inesperado y violento de una palabra que se cuela entre el murmullo del destino.

En la oscuridad de mi habitación abro los ojos sin saber con certeza hacia dónde estoy viendo. Siento el leve pitido en los oídos que sólo puedo sentir cuando casi no hay ruido a mi alrededor. Estoy boca arriba en mi cama, la cabeza sobre la almohada y las sábanas me cubren hasta el pecho. Parece que todo está bien. Doy vueltas de un lado a otro mientras trato de recordar la voz y la palabra. Cierro los ojos y trato de regresar a este último instante, justo antes de despertar, pero es inútil. El cansancio puede más y me pierdo en otro sueño, completamente distinto, completamente olvidado ahora.

A veces trato de entender mis sueños y pesadillas. Otras veces, como esta, prefiero pensar que simplemente son cosas que pasan y eventualmente volverán a pasar.

miércoles, 18 de abril de 2012

2012-003

¿Dónde estarán esos dos personajes que dejé abandonados en un parque hace ya dos años y medio? ¿Seguirán ahí, congelados en el tiempo, esperando a que finalmente termine de garabatear esa hoja en la que estaba tratando de resolver la historia mediante una serie de gráficos e ideas inconexas? ¿O se habrán cansado de esperarme y habrán seguido sus propios caminos, desconocidos para mí? Es hora de averiguarlo, y eso haré en los próximos días, aunque aún no estoy muy seguro de que alguien más lo llegue a saber. Lo que significa que este espacio podría llenarse con esa historia algo lenta y extraña que quedó a medias.

Siguiendo algunos consejos (no todos dirigidos a mí, pero siempre se puede aprender algo de las cosas que le aconsejan a otros), he vuelto a escribir. Just for the fuck of it. Sin más meta que tratar de poner doscientas cincuenta palabras en un post al final del día. O al comienzo del día. O en algún momento durante el día cuando pueda completar las doscientas cincuenta palabras y no quedarme varado en el intento, contemplando una página (o pantalla, da igual) casi en blanco y con tan sólo algunas palabras salpicadas por ahí. Al menos trataré de que sea una serie de ideas completas.

Algunas veces el simple hecho de leer provoca escribir. Aunque no salga como uno quiere que salga. Aunque no sea ni la mitad de lo que uno espera que sea. Pero es algo, y siempre se empieza por algo.

martes, 17 de abril de 2012

2012-002

Una de las primeras cosas que hago cuando recibo el pago por algún trabajo, prácticamente en cuanto el dinero está disponible, es comprar comida. Supongo que, de alguna forma inconsciente, lo hago como una forma de reafirmarme a mí mismo que ya pasó la época en que realmente teníamos que cuidar hasta lo que comíamos para poder estar seguros de llegar a fin de mes. O tal vez sea que siempre me ha parecido una buena idea celebrar las cosas con una comida, o comprando comida. O quizás sea una mezcla de todo. En fin. El punto es que una de las primeras cosas que hago al recibir un pago es comprar comida. Dependiendo de la cantidad recibida, y del momento, puede ser mi sánguche de pollo favorito, o un almuerzo familiar en el chifa, o aunque sea una barra de chocolate o un paquete de maní, pero siempre es comida. Y siempre es para celebrar.
No suelo hablar mucho de los malos momentos, y no es porque pretenda que nunca sucedieron, sino porque la mayor parte del tiempo no vale la pena mencionarlos. Pero algunas veces es necesario detenerse un momento, recordar, analizar, y tal vez encontrar en el pasado, incluyendo los malos momentos, algunas posibles explicaciones a nuestras manías, nuestras obsesiones y nuestros errores grandes y pequeños. Si bien el pasado no determina de forma exacta nuestro presente y futuro, sí ayuda a darnos forma, y revisarlo con la intención de aprender de él no es una mala idea.

lunes, 16 de abril de 2012

2012-001

Los últimos días del verano, al menos los que en teoría eran los últimos, empezaron a llevarse algunas cosas, entre ellas el calor insoportable (aunque aún quedaron rezagos, pero al menos las tardes y las noches ya son más tolerables; de todas formas sigo extrañando el invierno). Otra cosa que empezó a irse fue este aislamiento parcial más o menos voluntario de los últimos tres meses. "Parcial" porque no estuve aislado del todo, sino que mantuve contacto con el mundo exterior por diversos medios y seguí saliendo de vez en cuando a ver a algunos amigos, o de compras, o a comer un helado para sobrevivir al calor infernal. "Más o menos voluntario" porque, si bien me lo impuse yo mismo, no todo fue por voluntad propia: los horarios de trabajo cortaron algunos lazos, aunque no del todo; eventos inesperados cancelaron algunas (muchas) salidas. El calor insoportable también me obligó a buscar refugio al lado del ventilador.
Retomar viejas costumbres. Abrir cajas amontonadas en una esquina del estudio. Encontrar el tiempo para cosas que habían ido quedando de lado por diversas razones. Recorrer calles que los pies recuerdan de memoria. Visitas cortas. Pasos. Voces. Sonrisas. Ecos. Silencios. Caminatas largas. Planes y más planes. Siempre es bueno verte, aunque sea de vez en cuando.
Camino de regreso bajo un cielo tachonado de estrellas. A lo lejos un par de nubes rollizas anuncian una corta lluvia dentro de algunas horas. El viento fresco arrastra a mi lado una pequeña flor. Enciendo un cigarrillo.