miércoles, 23 de noviembre de 2011

2011-036

Los últimos días el sol se ha dejado ver desde temprano, acompañado por un incómodo aumento en la temperatura. Siempre he preferido el frío, aunque acepto que el calor también tiene algunos beneficios y el sol es necesario para la vida sobre el planeta, pero sigo prefiriendo el frío, y sobre todo, el invierno. Una de las cosas buenas que trae el calor es el poder salir a comprar un helado. Claro que una de las cosas que siempre recuerdo con alegría es estar sentado en un McDonald's tomando un helado con una amiga, viendo la nieve caer al otro lado de la ventana, pero en el fondo siempre he pensado que los helados son algo que se debe comer cuando hace algo de calor. Aunque sea un poquito de calor.
Aprovecho estas horas cálidas para bajar a comprar un helado de chocolate mientras espero que se restablezca la conexión (otra avería masiva, al parecer). Nubes gordas y algo grises bloquean por momentos el sol. Recuerdos de hace diez años, cuando mis gatos se sentaban a mi alrededor en el jardín de mi abuela y yo compartía mi helado con ellos. Me embarga una sensación de tranquilidad que no había sentido en varios días. El mundo sigue girando.
Doy la vuelta para regresar al estudio, preparar una taza de café y seguir esperando. Una gota cae sobre mi mano. Las hadas danzan entre las gotas de una breve lluvia de media tarde, figurillas indescifrables que se pierden en el rabillo del ojo.

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