martes, 10 de mayo de 2011

2011-019

Estaba en el proceso de escribir esto ayer al mediodía, pensando en la forma extraña en la que siempre termino encontrando al menos un buen amigo (de los que duran) en cada paso importante de mi vida, cuando de pronto surgió algo más interesante: pasar la tarde con una de las mejores personas que he conocido en mucho tiempo. No tuve que pensarlo ni por un instante. Traté de terminar el post en quince minutos, y como no pude, lo dejé para hoy.

La armadura que traigo puesta sólo me la quito frente a algunas personas. Siempre me ha resultado un poco difícil socializar. Tengo la tendencia a ser tímido y un poco huraño cuando recién conozco a alguien, a menos que por alguna razón me sienta cómodo con la persona que acabo de conocer. Curiosamente eso nunca ha sido impedimento para conocer a muchas personas interesantes, ni para socializar con otros igual de huraños que yo, y eso me ha permitido conocer a muy buenos amigos y amigas. Algunas veces pienso que tal vez debería bajar las defensas en algún momento, abrirme un poco más, pero siempre hay algo o alguien que, de una forma u otra, me hace recordar por qué decidí cerrarme.

De pronto me doy cuenta que eres de las pocas personas con las que mantengo contacto realmente frecuente y regular, y también eres una de las cinco personas que me han visto sin la armadura emocional. Ahora subo al bus para pasar un rato contigo, sin armaduras.

No hay comentarios.: