Una mañana fresca, cosa bastante extraña en estos días (más aún después de una noche bastante cercana a las calderas del infierno). Aunque una parte de mí celebra que el verano finalmente esté cediendo, otra parte me recuerda que una buena porción del otoño será una extensión del verano, y no me queda más que seguir abriendo todas las ventanas para no morir.
Realmente no sé a dónde se van las horas mientras estoy leyendo. Ayer pasé buena parte del día sentado en la pequeña terraza del segundo piso, tan concentrado en mi lectura que sólo noté el paso del tiempo al sentir el sol quemándome los pies. Y entonces caí en cuenta de que mi limonada se había terminado hacía un buen rato y ya debían ser alrededor de las dos de la tarde y era hora de ir a almorzar con mis padres. Me costó un poco dejar el libro, pero sabía que si decidía leer "sólo un capítulo más" no dejaría esa terraza en al menos una hora más. Algunas veces me preocupa el no poder despegarme de los libros, pero luego se me pasa hasta la siguiente vez en que no pueda desprenderme. Y el gusto sigue creciendo. Y soy feliz.
Y así terminó otro día, con una noticia inesperada. Una cerveza y un cigarrillo en la azotea para cerrar el día con un viejo hechizo mientras las nubes parecían abrazar la luna menguante. Diamantes y estrellas y una sonrisa hacia en el infinito. Buena suerte.
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