martes, 13 de diciembre de 2011

2011-038

Hace calor, igual que las últimas noches. El verano dejó de gustarme hace mucho tiempo, principalmente porque no me gusta el calor, sobre todo en las noches. La idea de dormir en una cama calentita sólo me entusiasma en invierno y algunas noches particularmente frías en otoño, pero me resulta bastante menos agradable en primavera y verano. Cierro los ojos y trato de dormir un poco más y no pensar en el calor.

Cielo celeste brillante con enormes nubes blancas barridas por el viento fresco que agita las hojas de los árboles salpicados sobre un valle que se extiende hasta el infinito. La sensación de saber que estoy soñando y que puedo cambiar el paisaje. Otoño, con más árboles y hojas secas bajo mis pies. Menos brillo. El viento un poco más fresco. Algunas aves en el horizonte. Caminar entre los rayos de luz que se filtra entre las copas de los árboles que ahora ocupan una buena parte del paisaje. La presencia distante de un río que no se alcanza a ver ni a oír. El brillo aumenta en el cielo, y las nubes se despejan. Un gato pequeño que se deja caer sobre mi hombro. El roce insistente de la sábana en la mejilla. La avalancha de sonidos que empiezan a entrar por la ventana como si hubiesen estado esperando la oportunidad. Abro los ojos.

El sol está arriba mucho antes de lo habitual. Hora de abrir todas las ventanas posibles y bajar a desayunar. Este verano será un crimen.

viernes, 9 de diciembre de 2011

2011-037

Revisando el cuaderno que cargo en la mochila, me doy cuenta que hay un lapso de más de un año entre los dos garabatos más recientes en ese cuaderno. Creo que durante ese tiempo no he hecho más que algunos garabatos inconexos en Photoshop con la G-Pen para quemar un poco de esteres al final de algunos días demasiado pesados. Debería tratar de dibujar más seguido, aunque sea un boceto a medias cada día para recuperar la costumbre.

Tal vez sea buena idea retomar algunas cosas que he dejado de lado desde hace un tiempo, como salir a caminar un rato al final de la tarde, o escribir aventuras e ideas sueltas para Dungeons & Dragons o algún otro juego de rol. Terminar de escribir algunas historias que sigo rehaciendo y dejando a medias constantemente con cualquier excusa. Quizás darle un poco más de tiempo a este experimento de escribir doscientas cincuenta palabras al día que empecé hace tres años y hasta ahora no he podido mantener durante un año completo.

¿Dónde habré dejado la taza que usé para el té ayer por la noche? Estoy seguro que la había dejado en el escritorio. Debo haberla dejado en la cocina en la mañana cuando bajé a desayunar y olvidé traer otra. Creo que ya es hora de comprar un par de tazas para tener siempre a la mano en el estudio. Una cosa más a la ya bastante extensa lista de compras para cuando mis cuentas finalmente dejen de desangrarse.