Si tienes que golpear la puerta porque no hay timbre, primero fíjate si es la puerta correcta, y, cuando estés seguro, da tres o cuatro golpes sonoros, sin exagerar, y luego espera un par de minutos (cuenta hasta cien) para que las personas de la casa tengan tiempo de abrir. Si hay un timbre, llama una vez o dos y espera. Si nadie abre, repite el procedimiento un par de veces más. Si a la tercera nadie abre, no insistas. Es algo simple que me enseñaron cuando era pequeño y se quedó conmigo para siempre.
Esta mañana (poco después de ver frustrado mi baño matutino porque la motobomba dejó de funcionar y el técnico no podía ir a repararla al menos en dos horas) mi desayuno se vio interrumpido cuando alguien llamó la puerta como si el fin del mundo estuviese a la vuelta de la esquina, para después preguntarme si votaba aquí o en otro lugar y por quién pensaba votar. No tengo ningún problema con responder encuestas electorales, tampoco tengo problema alguno en bajar desde el estudio (en el tercer piso) cuando alguien toca la puerta del primer piso, pero sí tengo un problema enorme con que la gente llame a mi puerta con urgencia para algo tan trivial como una encuesta. O cuando golpean sin parar hasta que abro… y me preguntan si tengo un par de minutos para tratar de convencerme de unirme a su religión. Y me miran raro cuando les cierro la puerta en la cara.