viernes, 13 de agosto de 2010

02.010

Casi nunca veo televisión nacional, salvo por el noticiero que ven mis padres a la hora de almuerzo, el de entrevistas que vemos durante la cena, y uno que otro programa político. Prefiero evitar los programas de espectáculos, de variedades y concursos (que se limitan a repetir las mismas fórmulas), y los programas que no tienen más función que alimentar el ego de sus conductores.

Hoy me senté a ver el noticiero después de la cena, y en menos de dos minutos resentí el golpe de media docena de incongruencias espetadas por un reportero que… habla… en… pausas… dramáticas. Alguien debería enseñarle a narrar, a conjugar verbos, a usar adverbios y a respetar géneros. Pero eso no era lo peor. Parece que las únicas noticias del día fueron dos tachas a un candidato, dos robos, dos accidentes y dos homicidios ocurridos hace un par de días (no creo que sea coincidencia que todo viniera en pares), y en el resto del mundo no pasó absolutamente nada, pues el noticiero no informó acerca de nada ocurrido fuera del Perú. Con tan pocas noticias que reportar, la información se terminó a los cuarenta minutos, así que al noticiero no le quedó más que llenar los siguientes diez minutos con información acerca de las series cómicas producidas por el mismo canal. Después, diez minutos de noticias deportivas y buen fin de semana y apoyen a la Teletón (al menos UNA cosa realmente útil en sesenta minutos de noticiero). Y me preguntan por qué no veo televisión nacional.

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