Gotas de lluvia helada suspendidas en el aire a mi alrededor, como una cortina que me separa de los fantasmas que empiezan a arremolinarse en una oscura mañana de invierno. No siento el frío. No siento nada, y eso me asusta hasta que me doy cuenta que nada se mueve. Las gotas de lluvia, la hoja que cae una cuadra de distancia, la niebla fantasmal, todos están detenidos en un instante atrapado en mis recuerdos. Has vuelto pero no te dejas ver. ¿Dónde te has escondido ahora? Ya habíamos aceptado la carga compartida y después desapareciste por dos meses. Ahora puedo verte detrás del poste, como una sombra esquiva. Ven aquí, antes de que las gotas continúen su camino hacia el asfalto y los fantasmas decidan completar sus espirales obligatorias a mi alrededor antes de desvanecerse una vez más. No, no creo que sea necesario lanzar un nuevo hechizo para alejarlos. Esta vez es mejor dejar que sigan su camino, que cumplan su ronda habitual. Oh, sí, claro que los volveremos a encontrar, tal vez en otro instante atrapado entre fracciones de segundo. Es inevitable. Es parte de nuestro destino. Hay un ligero parpadeo en las luces de la calle cuando el tiempo vuelve a moverse a la velocidad normal. La niebla fantasmal se desvanece entre las gotas de lluvia. Pero siguen ahí a nuestro alrededor, memorias esperando el momento preciso para volver. Por ahora dejemos que sigan su camino. Por ahora caminemos de regreso a casa, en silencio, como siempre.